¿Entrampados?, por Gonzalo Portocarrero
¿Entrampados?, por Gonzalo Portocarrero
Verónica Linares

Es sorprendente el éxito de la campaña “”. Ha logrado catalizar, y poner un nombre, a prácticas ya existentes y, por otro lado, ha impulsado también una forma de reacción frente a la criminalidad. Según las encuestas, el 60% de la población aprueba este modo de proceder. En la esfera pública prima la desaprobación. Los hombres de leyes lamentan que la gente tome la justicia en sus propias manos, que se obvien las reglas del “debido proceso” al que todo ciudadano tiene derecho. Asimismo, los periodistas, y los que pretenden formar opinión, lamentan el desborde de agresividad, pues así se va sedimentando una cultura basada en la prescindencia de la ley. Además, resulta que las sanciones pueden ser desproporcionadas respecto a los delitos, de manera que la acción del grupo termina siendo un crimen peor que el delito que pretende castigar. 

Los promotores de la campaña señalan que los son la única manera efectiva en que la población puede defenderse de la criminalidad, pues ni la policía ni el Poder Judicial están en capacidad de garantizar una mínima seguridad ciudadana. Los policías o no llegan o llegan tarde, de manera que no significan una auténtica protección. Además, son fácilmente coimeados, de forma que los criminales quedan sin sanción. Y, por su parte, el es percibido como ineficaz y corrupto. Entonces, no quedaría más remedio que un castigo “disuasivo”, un escarmiento para que los ladrones se vayan a otra zona. Nada garantiza, sin embargo, que una incitación a una “violencia moderada” no se transforme en comportamientos salvajes como quemar vivo o matar a golpes a criminales de poca monta. Es como si todo un trasfondo de impotencia, frustración y agresividad aflorara de golpe en los individuos que conducen a la turba a medidas extremas. No puede ser casualidad que sea en los vecindarios más pobres y desprotegidos donde la violencia sea más cruenta. 

Es difícil prever el resultado de la campaña. Puede que se reduzcan los crímenes de principiante, pues el ladrón apreciará la desproporción entre el pequeño beneficio de robarse un celular (20 o 30 soles) y el gran riesgo de sufrir una pateadura que puede acabar con la muerte. La situación es distinta en el caso de los sicarios y criminales organizados, ya consagrados al delito como forma de vida. Ellos pueden contraatacar y asesinar a los líderes de la campaña. Se puede generar así una espiral de violencia de resultados inciertos y hasta contraproducentes. 

La situación es muy complicada y no hay una salida fácil. La actitud de los protagonistas de la campaña es muy comprensible. En vez de quedarse inermes, defenderse de la delincuencia. Tampoco se puede echar toda la culpa a la policía y al Poder Judicial, ya que, por un lado, hay muy pocos policías, y, por el otro, las cárceles están ya sobrepobladas, de manera que no tiene sentido llenarlas de principiantes que pueden convertirse en criminales avezados. Entonces, ¿qué hacer? Sorprendentemente, se habla muy poco de la prevención. Es como si la opinión pública considerara que la represión es la única manera de enfrentar el delito. Pero mejor que atrapar a un criminal es impedir que surja. Y hay muchas causas que concurren para descarriar una vida: familias disfuncionales y violentas, que no dan amor ni forman valores, consumo de drogas que anestesia la preocupación por el futuro, abandono de la escuela, falta de capacitación laboral, machismo en la cultura juvenil. Y, habría que subrayar, el mal ejemplo que representan los políticos corruptos, esos que con riesgos mínimos logran fortunas gracias a ser electos para funciones públicas mediante la demagogia y el tejido de mafias o redes sociales de apoyo. 

¿Por qué ‘chapa’ tu choro? La palabra ‘chapa’ es casi equivalente a ‘agarra’ o ‘atrapa’, pero no del todo, pues chapar tiene resonancias lúdicas y eróticas muy particulares. Los niños juegan emocionados a las chapadas. Y los jóvenes se inician en la sexualidad con los ‘chapes’. Entonces, bien se entiende la recurrencia de la palabra ‘chapa’, pues moviliza expectativas de juego y erotismo, de un contacto placentero con el otro. La campaña “” convoca a una suerte de fiesta o carnaval en que la gente es incitada a realizar sus deseos de una justicia que es, sin embargo, pervertida por el odio y el sadismo.