“¿Qué ha cambiado en el siglo XXI? Que los jugadores se han vuelto superhombres en lo físico... y bebes en lo psicológico”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
“¿Qué ha cambiado en el siglo XXI? Que los jugadores se han vuelto superhombres en lo físico... y bebes en lo psicológico”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
Santiago Roncagliolo

¿En qué se parecen el Real Madrid y la Juventus, que juegan de Champions mañana? Los dos están dirigidos por ex jugadores: fue en su momento el mejor del mundo. no tanto, pero fue un centrocampista bastante respetable en la Liga italiana.

¿Y en qué se parecen esos dos equipos al que ganó la semana pasada la Copa del Rey de España? Este también pone al mando a ex jugadores: el saliente Luis Enrique y el recién llegado Ernesto Valverde.


¿Y si sumamos al tercero de la Liga española, el Atlético de Madrid? Otro entrenador ex jugador, el .

Hubo un tiempo, largo tiempo, en que los directores técnicos eran unos señores mayores y experimentados con una gran capacidad cerebral para organizar a los jugadores en la cancha. Hoy, el deporte de élite prefiere a los que han estado dentro de ella. Como entrenador, Zidane, igual que el que entrenó a Argentina hace unos años, ni siquiera había ganado un título en Primera División.

¿Qué ha cambiado en el siglo XXI? Que los jugadores se han vuelto superhombres en lo físico... y bebes en lo psicológico.

Si uno ve hoy los partidos de Argentina 78 o México 86, parece que estuvieran en cámara lenta. Esos jugadores permanecían todo el tiempo en la misma posición porque no eran capaces de correr toda la cancha sin parar. El entrenador debía decirles dónde colocarse para aprovechar mejor sus capacidades.


Hoy, con una combinación de ciencia y gimnasio, el fútbol se ha vuelto más muscular. Los jugadores patean con las dos piernas. Corren más kilómetros. Pueden, como Sergio Ramos, defender su portería y hacer un gol en la contraria diez segundos después.

Algunos, como Messi, funcionan en la práctica como verdaderos entrenadores de sus equipos. ‘Leo’ lleva tanto tiempo en el Barcelona, y es tan admirado por sus compañeros, que el sistema de juego depende de una mirada o un gesto suyo. El pobre ‘Tata’ Martino pretendió tratarlo como un jugador más, y su período como director técnico fue el más pobre y olvidable del Barcelona desde la era Guardiola. Algo parecido puede decirse de ‘Rafa’ Benítez en el Real Madrid.

Nadie va a decirle a Messi, o a Cristiano Ronaldo o a Dybala, cómo patear un tiro libre. Eso está arreglado. El reto no es manejar a las estrellas en la cancha, sino fuera de ella.


Porque mientras mejor juegan, también están más expuestos. La hinchada les exige ser unos héroes cada 45 minutos. Los medios y las redes sociales hierven con cualquiera de sus errores. Sus declaraciones se observan con microscopio. Y sus compañeros son tan buenos y competitivos que los egos ponen al vestuario al borde del naufragio moral cada semana.

Lo que estos muchachos requieren no es un director técnico: es un motivador. Alguien que haya pasado por lo que ellos, y de ser posible, que ellos admiren. Desean que Zidane o Maradona les digan que son maravillosos. Y que se lo digan al mundo en la conferencia de prensa, aunque lleven seis partidos fallando. En el fondo, estos monstruos del balón solo necesitan que su entrenador los comprenda, y le hable al mundo en su nombre.

El fútbol de hoy ha creado bebes biónicos: cuerpos de cyborg con mentes de niños. Pueden correr a la velocidad de un Fórmula 1 y patear con la fuerza de un misil, pero al final del día, lo más importante es que su ídolo les diga: “Muy bien, chico, lo has hecho genial. Eres el mejor”.