(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Andrés Oppenheimer

Cuando le pregunté al presidente , en una entrevista este mes, si le ayudaría políticamente en las elecciones del 2019 que la ex presidenta sea enviada a la cárcel por las cada vez mayores acusaciones de corrupción en su contra, el presidente me respondió: “Muchos me dicen que no me conviene”.

Explicó que muchas personas le dicen que “conviene que [ella] compita” en las elecciones del próximo año, porque si va presa ahora, podría hacerse la víctima de una presunta persecución política y galvanizar a sus seguidores.

Macri inmediatamente tomó distancia de esa teoría. Me dijo que el destino de la ex presidenta debería decidirse en el sistema judicial, sin ninguna interferencia de su gobierno.

Pero puede haber algo de verdad en el consejo que le están dando a Macri. El mejor escenario para Argentina, según esta teoría, sería que la ex presidenta no fuera sentenciada hasta después de las elecciones de octubre del 2019.

Si ella sigue en libertad y postula a la presidencia, tendría que seguir yendo a los tribunales constantemente para defenderse de la casi docena de casos de corrupción en su contra.

Surgirían casi a diario nuevas revelaciones sobre maletas llenas de dinero en efectivo que recibió durante su presidencia.

La ex presidenta y su difunto esposo Néstor Kirchner son acusados de recibir hasta US$200 millones en maletas llenas de efectivo en varios de sus apartamentos. Además, se sospecha que ocultaron o transfirieron al exterior miles de millones de dólares en fondos mal habidos.

Lo que es claramente el mayor escándalo de corrupción en la historia de Argentina estalló hace pocas semanas, cuando el diario “La Nación” comenzó a publicar copias de ocho cuadernos llenos de notas manuscritas por un chofer del gobierno.

A lo largo de diez años durante los gobiernos Kirchner, el conductor Óscar Centeno tomó notas meticulosas de cada viaje que hacía para sus ex jefes.

Al menos 70 de esos viajes fueron para recoger maletas llenas de dinero en efectivo de empresas privadas y llevarlas a las casas de los Kirchner.

Desde que salió a la luz la historia, más de una docena de prominentes ejecutivos de empresas privadas han confirmado lo que dicen los cuadernos de Centeno, confesando que habían entregado las bolsas de dinero. Y al menos dos ex altos funcionarios han testificado que los Kirchner supervisaban las entregas del dinero de los sobornos.

Si Cristina Fernández de Kirchner fuera encarcelada ahora, cambiaría el foco de la conversación pública: en lugar de hablar sobre las evidencias de corrupción en su contra, muchos argentinos pasarían a debatir si la ex presidenta es una víctima de persecución política.

“Ella es muy buena haciendo el rol de la pobre viudita”, me dijo una persona cercana al presidente. “Si la meten presa, veremos fotos a diario de su hijo con sus nietitos frente a la cárcel, pidiendo verla”.

Puede que Macri haya cometido un error al no alertar al país con suficiente claridad en su momento sobre el estado en bancarrota en que recibió el país y por no haber tomado medidas de ajuste al principio de su mandato. Pero sus políticas para crear un clima favorable a las inversiones constituyen la mejor esperanza para la Argentina.

Probablemente, los jueces harán lo que se les antoje respecto a la ex presidenta, independientemente de lo que le convenga a Macri.

Pero quizás el mejor escenario para Argentina sería que la situación actual se prolongue por un tiempo, y que los argentinos se sigan enterando a diario de nuevas evidencias sobre la corrupción de Cristina Fernández de Kirchner, y de cómo amasó una inmensa fortuna mientras estaba en el gobierno.

Quizás eso ayude a asegurar que la familia Kirchner y sus acólitos no regresen al poder, y a que la Argentina no se convierta en una nueva Venezuela.

–Glosado–

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