El escaparate no tiene la culpa, por Federico Salazar
El escaparate no tiene la culpa, por Federico Salazar
Federico Salazar

Luego de la marcha contra la violencia contra la mujer, tenemos que empezar a hacer nuestras tareas. Es un buen primer paso llamar la atención sobre el problema del maltrato a, la violencia contra y el asesinato de mujeres. Para cambiar la realidad, antes, hay que cambiar las ideas que nos impiden evolucionar.

Una de las malas ideas sobre este problema es la de señalar a la mujer como culpable de la agresión contra ella. Parece algo tan obvio, pero es un prejuicio hondamente arraigado en mucha gente. 

La clarinada de alerta sobre esta dimensión del problema la dieron las declaraciones del cardenal Juan Luis Cipriani, en RPP. “La mujer se pone como en un escaparate, provocando”, dijo el cardenal, inmediatamente después de hablar sobre el abuso contra niñas. 

El arzobispado (o sea, el arzobispo) trató de enmendar el error. En un comunicado señaló que el cardenal quiso decir que “la forma como se exhibe a la mujer en los programas de TV debe ser moderada”. “No expongamos a nuestros niños y niñas a depravados sexuales”, agregó.

En la primera afirmación, la mujer es culpable de que la violen porque se exhibe como en un escaparate. En la segunda, los medios de comunicación son los culpables porque exhiben a la mujer de manera inmoderada. ¿Y el violador? No figura en este tipo de análisis.

Este prejuicio no se reduce a la visión de un clérigo conservador. La comparte mucha gente, expresa o calladamente. Mientras no hagamos a los seres humanos responsables de sus actos, no podremos identificar el origen del problema.

La vicepresidenta Mercedes Aráoz ha dicho sobre monseñor Cipriani que fue “lamentable esa frase del escaparate”. “Yo uso minifalda y eso no significa nada”, declara, muy segura de sí misma (“Somos”, 13 de agosto del 2016).

Veinte días atrás, sin embargo, la vicepresidenta expresaba un punto de vista similar al del arzobispo de Lima. El machismo, recordó, está arraigado en el país. “Tenemos que hacer cambios. No podemos tener programas de televisión donde el tema sea ver cuerpos desnudos. Nosotros no somos carne” (Latina, “Sin Medias Tintas”, 24 de julio del 2016).

El maltrato, la violencia y la violación son inmorales y criminales porque atentan contra la integridad física, la libertad y la voluntad de la víctima. La responsabilidad no la tienen los escaparates, presenciales o televisivos. En cualquier país desarrollado la violación se sanciona con prescindencia de si la víctima estuvo desnuda. ¡Cómo no! ¿Qué tiene que ver lo que muestre la mujer?

Para Mercedes Aráoz y Juan Luis Cipriani, la desnudez es parte del problema. Los medios, por tanto, tienen parte de la responsabilidad. Según ese criterio, si no hubiera exhibición de mujeres, no habría machismo y no habría violencia. La vicepresidenta, particularmente, parece creer que mostrar las piernas en minifalda es el grado permitido de exhibición, pero no lo es el mostrarlas en calzonetas en televisión.

Las personas tienen derecho a ser conservadoras, incluso profundamente conservadoras. No se trata de criticar a las personas, sino de descartar ideas que no nos llevan a la solución del problema. Respeto a monseñor Cipriani y a la vicepresidenta Aráoz. Discrepo, por supuesto, radicalmente con ellos.

Esas ideas del escaparate y sus derivados aminoran, directa o indirectamente, la responsabilidad del agresor. Son machistas en otro sentido: a los hombres no hay que mostrarles las piernas de las mujeres para no despertar sus bajos instintos. En otras palabras, hay que cuidar la salud del violador potencial.

Castiguemos con toda severidad a aquel que atenta contra la integridad física, la libertad personal y la voluntad libre de las mujeres. No lo protejamos diciendo que la culpa la tiene la mujer que se exhibe en un escaparate o en un programa de televisión. La mujer es libre y hay que cuidar su libertad, no recortársela porque supuestamente su libertad libere los demonios.

Luego de la marcha Ni Una Menos nos toca discutir y analizar todas las dimensiones del problema. No podemos quedarnos marchando sin saber hacia dónde.