No soy un admirador del presidente electo ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro, pero su decisión de terminar el programa mediante el cual más de 8.000 médicos cubanos han estado trabajando en Brasil en calidad de virtuales esclavos merece un apoyo internacional sin reservas.
Asimismo, la comunidad internacional debería aprovechar la ocasión y condenar a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), una rama de la Organización Mundial de la Salud de las ONU. La OPS ha manejado el programa de médicos cubanos en Brasil, llamado Mais Medicos, desde su inicio en el 2013.
Según el acuerdo entre los gobiernos de Brasil y Cuba supervisado por la OPS, más de 18.000 médicos cubanos han estado trabajando en las áreas rurales de Brasil. Los médicos cubanos reciben un 30% de su salario y la dictadura cubana se queda con el restante 70%.
Lo que es igual de escandaloso, el régimen cubano no permite que los médicos cubanos lleven a sus familias con ellos. Sus familias permanecen en Cuba como rehenes, para reducir el riesgo de deserciones masivas. Si los médicos desertan, no pueden regresar a la isla y ver a sus familias durante al menos ocho años.
Y la OPS ha estado avalando todo esto, sin ningún tipo de protesta internacional sobre su papel como facilitador de esta especie de trabajo esclavo.
“Es escandaloso que una organización internacional como la OPS no tenga serias objeciones a la explotación de estos médicos cubanos”, me dijo José Miguel Vivanco, jefe de la división de las Américas de Human Rights Watch.
Bolsonaro, un ex capitán del ejército que asumirá la presidencia el 1 de enero, había dicho que no renovaría el programa Mais Medicos –Más Médicos– a menos que Cuba acepte tres condiciones: que a los médicos cubanos se les permita recibir su salario completo, que Brasil valide sus títulos de médicos, y que se les permita traer a sus familias.
El miércoles, Bolsonaro tuiteó que “desafortunadamente, Cuba no ha aceptado”. Horas más tarde, Cuba anunció que se retiraría del acuerdo.
Las exportaciones de médicos cubanos se han convertido en una de las principales fuentes de ingresos extranjeros de Cuba. Unos 37.000 médicos cubanos trabajaban en 77 países en el 2015, la mayoría en Venezuela, Brasil y América Central, según un estudio de Wharton School en la Universidad de Pensilvania.
La ex presidenta brasileña Dilma Rousseff, quien inició el programa Mais Medicos, dijo, en un comunicado, que el retiro de los médicos cubanos dejará a “decenas de millones de brasileños” sin atención médica. El programa se había creado para ayudar a las comunidades rurales, donde pocos médicos brasileños estaban dispuestos a atender.
¿Cuál es la reacción de la OPS a las acusaciones de que ha estado promoviendo el trabajo esclavo? En un correo electrónico, la oficina de la OPS en Brasil me dijo que si bien la organización regional ha “implementado” el acuerdo de Mais Medicos entre Brasil y Cuba desde el 2013, su función principal ha sido “monitorear y evaluar” el programa.
La participación de la OPS en el programa “no se extiende a los contratos con los médicos”, me escribió el portavoz de la OPS, Luis Felipe Sardenberg. “Los médicos tienen contratos con el Gobierno Cubano”, y “no es el rol de la OPS interferir en el acuerdo contractual entre los países y los médicos que contratan”.
Es una de las excusas más pobres que he escuchado de una organización internacional que supervisa un programa multinacional. Tácitamente, la OPS dice que no es responsable por las graves violaciones a los derechos humanos que son parte intrínseca del acuerdo.
En rigor, la OPS ha conocido desde el primer día los detalles de este convenio. La prensa los viene reportando con lujo de detalles desde hace cinco años.
No hay nada de malo en que Brasil contrate médicos de Cuba o de cualquier otro país para trabajar en comunidades rurales. Pero los términos de este acuerdo han sido deplorables.
Bolsonaro tuvo razón al denunciarlo. Y la OPS, al igual que su organización matriz, la OMS, debe ser condenada por su escandaloso papel como supervisora de un acuerdo de tráfico humano.
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