¿Es legítimo que nos expropien nuestro presente para proteger nuestro futuro? ¿Puede el Estado limitar el número de hijos por persona para evitar que mañana tengamos muchos gastos escolares? ¿Puede obligarnos a ahorrar para comprar una casa porque considera que alquilarla nos saldrá muy caro en el largo plazo?
Siempre es posible imaginar que forzando a alguien a invertir en su futuro le irá mejor. Es posible pensar que quitarnos algo de libertad hoy nos hará más libres mañana. Pero todo parte de un error. No se puede hacer a las personas libres esclavizándolas.
El ahorro forzoso es de esas ideas equivocadas a las que le damos vueltas por décadas, le ponemos nuevas reglas y creemos que algún día conseguiremos que lo estúpido adquiera algún sentido. El error radica en pensar que, como todos cometemos errores al decidir sobre nuestra vida, otros podrán decidir mejor lo que es bueno para nosotros.
Los sistemas previsionales, en sus distintas expresiones, desde los sistemas de seguridad social con fondo común hasta los sistemas privados de pensiones, parten de ese mismo error: las personas son forzadas a ahorrar.
Un reciente estudio elaborado por María Amparo Cruz-Saco, Juan Mendoza y Bruno Seminario del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico sobre el sistema previsional peruano ha desatado una discusión pública de lo más extraña, en la que quienes uno esperaría defiendan la libertad económica han salido a defender el ahorro forzoso, y personas que no creen en dicha libertad reclaman la libre elección del ciudadano.
El estudio dice cosas que tienen sentido y otras que no. De ello se derivan sus contradicciones. El estudio contiene una crítica al ahorro forzoso, pues considera que sostener que las personas no ahorrarán voluntariamente para su vejez no tiene sustento. Eso es correcto. Pero a su vez propone que se sostenga un sistema pensionario con los impuestos generales de los ciudadanos (al estilo de Pensión 65), lo que significa tomar dinero de los contribuyentes forzándolos a gastar en las pensiones de otros. Eso es incorrecto. Finalmente, los impuestos son también un cobro forzoso. ¿Por qué sería incorrecto forzar a una persona a invertir en su futuro y correcto forzar a una persona a invertir en el futuro de otro? Ambas situaciones son erróneas.
En la discusión pública las baterías se han enfilado contra las AFP. Pero en realidad las AFP son víctimas colaterales de la verdadera crítica. La crítica principal golpea a los sistemas públicos de pensiones (seguro social u ONP) y a las políticas públicas del Estado para crear y regular el Sistema Privado de Pensiones, limitando la competencia, reduciendo las opciones de los afiliados, limitando las alternativas de inversión de las AFP y creyendo, erradamente, que reducir la libertad de elegir es mejor para nuestro bienestar. Es decir, el problema está en lado estatal y en la estatización (vía regulación) de lo privado.
Lo cierto es que si uno va a cometer el error de forzar a otro a ahorrar, es mejor hacerlo a través de un sistema privado que mediante uno público, por la simple razón de que el segundo da algún margen de libertad, mientras el primero no da ninguno. Finalmente, si voy a ir preso, es mejor que la celda sea más grande.
Curiosamente, lo que más ha escandalizado es que se proponga que los aportes al sistema privado sean voluntarios (la propuesta más lógica del informe). Pero en las críticas que se han hecho al informe se dice muy poco de cómo el sistema pensionario público dilapidó el ahorro de los aportantes, destruyó las pensiones futuras y el Estado creó regulaciones al sistema privado que, en lugar de beneficiar a los afiliados, terminaron destruyendo su futuro y fomentando la informalidad laboral. Al final del día la opinión pública protesta la propuesta de emanciparnos de ser esclavos de nuestro futuro y se olvida nuestro presente de esclavitud.