Mientras la incompetencia del gobierno empuja al país a la deriva, resulta contraproducente que el Gabinete Ministerial en pleno salga, atolondrado, a buscarse un pleito más con los ciudadanos, los medios de comunicación y la oposición.
En su breve mensaje del sábado –claramente improvisado– el jefe del Gabinete, Pedro Cateriano, aseguró que el Ejecutivo “respeta los principios democráticos, como la libertad de opinión y expresión, pero también defiende la libertad y el derecho de la población a estar debidamente informada”. ¿Con esto se desconoce la importancia de la prensa independiente, sin entender que el país se informa a través de medios libres? ¿O esta descalificación es una amenaza velada contra periodistas y propietarios de periódicos, emisoras de radio y televisión que no son afectos al régimen humalista?
Tras varios amagos de conflicto y maltratos a los hombres de prensa, es claro que si el comandante Ollanta Humala ha respetado la libertad de expresión es porque los peruanos no somos mansos y en todo momento hemos venido advirtiendo de las tentaciones de un gobierno ideológicamente errático. Pero que este discurso prepotente lo suscriba alguien como Cateriano, con quien se puede discrepar sin dejar de reconocerle sus orígenes democráticos, no solo da lástima, sino que preocupa profundamente. ¿Será que su flexibilidad es tan grande que primero aceptó que una promoción del Ejército lleve el nombre del dictador Juan Velasco Alvarado, y ahora no le molesta golpear a ese periodismo que la democracia debe honrar puntualmente? ¿Y acaso no se da cuenta de que el Gabinete aparece ahora blindando a Nadine Heredia?
La cuestión es evidente: Ollanta y su esposa están molestos por los múltiples informes mediáticos que vinculan medularmente a la señora (aunque implican inevitablemente al mandatario) con la corrupción. Las agendas, los lazos con Martín Belaunde Lossio, el sobreseimiento del Caso Madre Mía con la aparente “contribución” de algún juez, los indicios de defraudación tributaria, el dinero chavista para la campaña electoral, el Caso López Meneses, la denuncia sobre la muerte de Fasabi, el fallo escandaloso en el hábeas corpus que beneficia a Heredia y su hermano, etc. son temas controvertidos, pero de imprescindible esclarecimiento. La prensa solo cumple con su deber de investigar porque son materias de interés público que, si eventualmente se prueban como delitos y crímenes, afectarían al gobernante, a su esposa y a quienes podrían estar favoreciendo una red de corrupción comparable a la del montesinismo.
Si todo eso mortifica a los esposos Humala Heredia, pues deben recordar que son personajes públicos y su gestión, sus finanzas y su ética no pueden dejar de escrutarse, pero bastaría con proceder correctamente. Por ejemplo, si la primera dama se somete a la prueba grafológica para terminar con uno de los casos principales. Si en vez de eso el presidente denuncia complots imaginarios y pone al gabinete ministerial como escudero servil, lo único que puede concluirse es que el “torbellino político” del que se quejan seguirá creciendo hasta convertirse en huracán.
Por lo pronto, tras lo dicho el sábado por Cateriano, su convocatoria al “diálogo” con la oposición corre el riesgo de abortar o de convertirse en otra farsa equivalente a los dos “diálogos” anteriores.