La relación con el mar sigue siendo ingrata y conflictiva con la actual gestión municipal. La pretensión de ejecutar un malecón en la Costa Verde Sur, que beneficie a distritos como Villa El Salvador o Villa María del Triunfo, corrió la misma suerte que La Herradura. Otro ‘olón’ se llevó las obras civiles por repetir el mismo error. No empezar los trabajos de prevención en el mar primero, y después en tierra firme.
Han pasado 4 años más y Lima se quedó sin aprovechar ese extraordinario potencial que es su condición de ciudad costera. Desde Pucusana hasta Ancón. Ni un metro de playa ganado al mar y ningún equipamiento especial. Únicamente algunas pistas nuevas, escaleras, puentes y jardincitos. Seguimos de espaldas al mar.
Ahí permanecen los conflictos entre Lima y los distritos ribereños: las piedras cayendo del acantilado, no hay plan maestro, la relación con la costa del Callao es inexistente; y están, en espera de una decisión política, iniciativas privadas por más de US$500 millones en turismo, comercio, recreación, cultura y vivienda tanto en la zona superior como en la inferior, entre Chorrillos y San Miguel.
Entonces la inversión interesada en el mar migra a otros litorales, consolidando lo que ya es una tendencia: que los balnearios del sur se conviertan en lugares de residencia permanente. Punta Hermosa, a 30 minutos de Lima, anuncia la construcción privada (“Día_1”, 21/7/14) de un centro comercial, hotel boutique, bulevar, oficinas y vivienda. El municipio estima que, solo en terrenos, la inversión puede movilizar US$1.200 millones en su distrito.
El proyecto tendrá un impacto enorme, dinamizando su área de influencia hasta Punta Negra y San Bartolo. Si agregamos el parque industrial de 3.000 hectáreas en Lurín, propuesto por el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima y Callao (Plam 2035), asistimos a la consolidación de una ciudad satélite que debe concebirse dentro de una visión integral que contemple todos los servicios, y una conexión rápida y masiva con la metrópoli.
Lima, como todo el país, es un escenario ávido de infraestructura. AFIN estima que el país necesita no menos de US$90 mil millones, de los cuales más de 1/3 corresponden a Lima. Colombia creció 6,4% el primer trimestre del año, en pleno clima electoral y de incertidumbres, manteniéndose como uno de los pilares de la Alianza del Pacífico.
Uno de los secretos de ese crecimiento ha sido aportar medidas que simplifiquen el entorno regulatorio, pero especialmente una política agresiva de desarrollo de infraestructura y vivienda en las ciudades más importantes, mediante alianzas público-privadas de la mano con los municipios. Se construyen 150 mil viviendas por año, tres veces más que en el Perú.
Los candidatos de las ciudades más importantes del país, y en particular de Lima, tienen la oportunidad (la obligación, diría mejor) de identificar esos proyectos ‘gatilladores’ que no sean únicamente los que dicta el mercado, y construir una agenda público-privada de inversión para el desarrollo. Somos todo oídos.