España termina el 2015 y empieza el año nuevo con una nueva realidad. El país que se modernizó durante 40 años con el regreso de la democracia, sirviendo así de referencia para América Latina, muy probablemente se ha vuelto ingobernable tras las elecciones del domingo pasado.
Los comicios “han arrojado el peor resultado posible para España”, según el analista Lorenzo Bernaldo de Quirós. Significan el fin del bipartidismo y el auge de Podemos, partido de extrema izquierda que parece no ser un fenómeno coyuntural. El escenario político español es ahora el más polarizado y fragmentado desde que se democratizó el país. Ningún partido tiene mayoría en el Congreso de Diputados, y la polarización hará más difícil no solo formar un gobierno nuevo, sino gobernar, pues cualquier oposición en el legislativo, ya sea de derecha o izquierda, puede bloquear proyectos de ley.
Para peores, el gran ganador de estas elecciones, Podemos, es esencialmente un partido chavista a pesar de haber moderado su discurso durante la campaña. O sea, España también está ante la disyuntiva del “bisistemismo”, según el escritor Carlos Alberto Montaner: tal como hizo el chavismo –que los líderes de Podemos tanto han celebrado–, el partido de Pablo Iglesias busca usar la democracia para poner fin al sistema democrático de mercado y reemplazarlo con el autoritarismo. El partido también apoya un referéndum catalán sobre la independencia de esa región, cosa no prevista en la Constitución.
Veremos hasta dónde puede llegar Podemos, pero no hay duda de que lo que se está cocinando en España es una receta para la inestabilidad y la incertidumbre, gobierne quien gobierne. Los españoles pueden esperar entonces una baja en la inversión y el consumo, y probablemente el fin de la lenta recuperación económica de los últimos años.
Son muy malas noticias para España, especialmente porque la economía sigue estando en una situación precaria. El gobernante Partido Popular (PP), de centroderecha, disparó la deuda pública (que ahora llega a casi 100% del PBI), sigue incurriendo en déficits fiscales por encima de lo permitido por la Unión Europea (este año será superior a 5% del PBI) y no ha podido reducir el desempleo de niveles estratosféricos (se encuentra en 21% actualmente) debido a que España mantiene un mercado laboral entre los más rígidos de Europa.
El pobre desempeño del PP no es lo único que explica su pérdida de escaños legislativos. Ante la crisis económica, su gobierno aumentó impuestos y gastó muy por encima de las posibilidades de España. Las reformas que implementó eran pocas y tímidas. El gobierno de Mariano Rajoy no ofreció una propuesta de reforma de modelo o una visión ideológica o inspiradora, sino un discurso tecnocrático. Otro factor clave en el fin del bipartidismo fue la corrupción que afectó tanto al PP como al partido socialista, hasta ahora el otro partido dominante.
Curioso entonces que ante una falta de reformas más liberales como sí implementaron con éxito algunos países europeos, los españoles hayan favorecido partidos que prometen más estatismo. No es la primera vez que un pueblo responde así a la combinación de una crisis financiera y gobiernos mediocres o pésimos. Lo hemos visto muchas veces en América Latina. Quizás por eso el economista argentino Carlos Rodríguez Braun, radicado décadas en España, teme que el país vuelva a ser el enfermo de Europa.
Libertad para los presos políticos en Venezuela en estas fiestas.