Gonzalo Banda

Las condiciones que facilitaban el ascenso al poder de un ‘outsider’ en el Perú han pasado de ser esporádicas a cotidianas. Con el abrumador aumento de la insatisfacción ciudadana, es más probable que el próximo presidente democráticamente no aparezca aún en las encuestas o que lo haga con un porcentaje raquítico, por ahora. Cualquiera puede ser presidente. No existe tal cosa como algo parecido a una carrera política desde hace muchos años y ese camino no va a cambiar en el corto plazo. Por eso, muchas expectativas empresariales están congeladas, nada se transmite mejor que la incertidumbre y los inversionistas lo saben.

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

Pocas cosas deben espantar tanto a cierta parte del ‘establishment’ peruano como la posibilidad de ir a elecciones democráticas en un contexto en el que el Gobierno y el Congreso son tan equitativamente repudiados, en el que todo desenlace es un albur o una tragedia, en el que nada se puede controlar si se deja que las fuerzas de la historia se desaten. Por eso el ‘establishment’ peruano anda en busca de su ‘outsider’. Al menos eso parece desde hace varias semanas.

Alguien a quien aplaudan en algún conversatorio después de un discurso de superación personal y consigan colocar en algunas entrevistas televisivas en ‘prime time’. Si habla quechua, mejor. Buscan la promesa de un Nayib Bukele peruano, que con certeza pueda enlazar un discurso contra el crimen organizado y con una promesa inequívoca de mano dura. Quizá también buscan a un Volodimir Zelenski criollo, alguien que combine la actuación y hasta el humor político –que en el Perú son las únicas formas de sobrevivir a las desventuras políticas con ecuanimidad–, aunque las autoridades policiales anden cada vez más preocupadas por perseguir a caricaturistas antes que a delincuentes.

Pero esta búsqueda de cierta parte del ‘establishment’ peruano no deja de ser tan trágica como patética. Es quizá solo una estrategia para no perder poder ni fuelle. Quieren anticipar aquello que por la naturaleza es impredecible e inevitable después de una conmoción política. Más aún si quien está en búsqueda es el ‘establishment’ peruano que ha dado tantos indicios de estar desconectado de la realidad nacional. El ‘outsider’ que busca el ‘establishment’ debería ser tan disruptivo como mesurado, alguien capaz de agitar a las masas contra la injusticia, pero al mismo tiempo que pueda contestarles el WhatsApp. El requisito entonces es que no sea un ‘outsider’ antisistema.

El ‘establishment’ peruano ha llegado a la conclusión de que, más que apoyar a proyectos políticos con los que comulgue religiosamente, tiene que buscar alternativas que le permitan controlar las condiciones precarias políticas del Perú. Tal como ha sucedido con Dina Boluarte, este camino les ha demostrado que es mejor soportar un régimen impopular, pero influenciable, a tirar la moneda al aire. El ‘establishment’ peruano no se va a aventurar por el camino de una eventual e imposible victoria de Keiko Fujimori en segunda vuelta.

Por lo que, si el camino de un presidente peruano cada vez debe parecerse más al de Alberto Fujimori o Pedro Castillo, personajes que apenas si tenían opciones meses antes de la elección, entonces es mejor construir al ‘outsider’ antes que padecerlo en una elección democrática.

Sin embargo, el crecimiento de las inscripciones de nuevos partidos políticos no parece alinearse con esta estrategia política. Lo que resulta más previsible es que, en una infinidad de horizontes paralelos con candidatos altamente impopulares, lleguen otra vez a una segunda vuelta candidatos con porcentajes de votación mínimos y bancadas pequeñas. Es decir, un país que continúe siendo más presa de la ingobernabilidad que de la estabilidad. Por eso la estrategia de parte del ‘establishment’ peruano en la búsqueda de su ‘outsider’ es un despropósito anticipado, buscan los medios sin importarles el sustrato.

En lugar de buscar afianzar las bases de proyectos políticos sólidos, van por apuestas de corto plazo pragmáticas. Buscan capitalizar el desahogo y tratan de importar algún modelo. Admiran a Nayib Bukele que, con certeza, será reelegido en El Salvador hoy, pero su modelo y su estilo de ‘outsider’ son difícilmente replicables en un país tan diverso como el Perú, en el que los problemas regionales son tan disímiles y las geografías electorales tienen tonos tan marcadamente divididos. Quizá por buscar un ‘outsider’ de mano dura que no les complique la vida, terminen atrayendo, como tantas veces ha sucedido en nuestra historia reciente, un ‘outsider’ que les cause repulsión. Quizá apostar por la improvisación tiene un costo muy alto, aunque algunos estén más que nunca dispuestos a pagarlo con tal de no perder su cuota de poder.

Gonzalo Banda es analista político