En su libro “Sobre el olvidado siglo XX”, del 2008, el historiador británico Tony Judt (1948-2010) adelanta una perspicaz mirada al referirse al muy optimista balance de las potencias occidentales después de triunfar contra la Unión Soviética en la Guerra Fría: “Con demasiada confianza y muy poca reflexión dejamos atrás el siglo XX y nos adentramos en el XXI provistos de medias verdades egoístas: el triunfo de Occidente, el final de la historia, el momento unipolar de EE.UU., el ineludible avance de la globalización y el libre mercado”.
Transcurridos 16 años de publicado el texto es posible corroborar que el triunfo de Occidente tuvo, efectivamente, claros límites: el “final de la historia” ha terminado por ser una fantasía; si bien EE.UU. sigue siendo la principal potencia, su “momento unipolar” se desvaneció más pronto que tarde; y la globalización y el libre mercado se topan con fuertes resistencias geopolíticas y comerciales. En las últimas semanas, poderosas muestras de disputa geopolítica y comercial han dado lugar a lo que la Deutsche Welle (DW), cadena informativa internacional alemana, califica como “guerra comercial” entre EE.UU. y China: el gobierno de Joe Biden subió sus aranceles mediante “la imposición de nuevas restricciones sobre importaciones chinas por un valor de US$18.000 millones”. La medida afecta principalmente a los vehículos eléctricos (del 27,5% al 102,5%) y a productos como baterías, acero y aluminio. El informe de la DW recoge que, según un comunicado de la Casa Blanca, la medida pretende alentar a China a “eliminar sus prácticas comerciales desleales en materia de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación”.
Al referirse a los cambios en el comercio mundial, y mirando el panorama desde Europa, en un reciente discurso en La Sorbona, Emmanuel Macron, presidente de Francia, planteó un serio llamado de atención a la Unión Europea: “No podemos tener de forma sostenible las normas medioambientales y sociales más exigentes, invertir menos que nuestros competidores, tener una política más ingenua que ellos y pensar que seguiremos creando empleo. Eso ya no funciona. […] Las dos principales potencias internacionales han decidido dejar de respetar las reglas del comercio”.
“El nuestro […] es un mundo nuevo; sus riesgos y oportunidades no tienen precedentes”, escribió Judt. Claramente, América Latina no será inmune a estos cambios. Como el Congreso y el Ejecutivo actuales están “en otra”, de cara al 2026 les toca a las fuerzas políticas incluir en su agenda este tema y sus consecuencias para el Perú y la región.