"Un presidente que no debe quedarse, un Congreso que no puede o quiere vacarlo y que tampoco aceptaría irse. Una población que siente desprecio e indignación por ambos, pero que no las convierte en acción ciudadana". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Un presidente que no debe quedarse, un Congreso que no puede o quiere vacarlo y que tampoco aceptaría irse. Una población que siente desprecio e indignación por ambos, pero que no las convierte en acción ciudadana". (Ilustración: Giovanni Tazza)

En la conferencia internacional por los 100 años del BCR (una de las pocas áreas de excelencia que todavía nos quedan en el Estado Peruano), la economista jefa del Banco Mundial alertó de que el Perú figura en el grupo de países con riesgo de estanflación. Es decir, podríamos sufrir en simultáneo estancamiento del PBI, alta inflación y alto desempleo. En simple: el peor escenario.

Si bien la alta inflación hay que atribuirla en mucho a factores externos, el estancamiento y el desempleo se apellidan .

La incertidumbre que genera la inestabilidad, la falta de transparencia y la carencia de políticas sectoriales coherentes, explican que el BCR estime que la inversión privada (que representa el 80% de nuestra economía) va a crecer en un 0% en el 2022.

La irresponsabilidad del Gobierno con la economía se puede graficar en el caso Cuajone –una de las principales minas de cobre del país– que es extorsionada vía un corte intencional de agua que afecta a más de 5.000 personas, entre trabajadores de la mina y sus familias. Por ello, ha dejado de producir hace más de un mes y se ha perdido irreversiblemente un aproximado de S/255 millones en tributos. Además, generan un impacto negativo para futuras inversiones en cobre, un metal que ya vuela en sus precios y que, con el vertiginoso desarrollo de las energías renovables, va a tener una demanda inmensamente mayor que podría sacar de la pobreza a muchísimos.

La estanflación, entendida aquí como la conjunción perversa de múltiples circunstancias negativas, es incluso más grave en la política.

El lunes se juntaron las tres causas que la explican. La más importante no siendo la de la vacancia (después de todo, era obvio lo que sucedería), sino los nuevos e importantes señalamientos al presidente como cabeza de un esquema de corrupción muy grave.

Así, la fiscal del Caso Puente Tarata III fundamentó ante el juez la necesidad detener a 11 personas por ser parte de una organización criminal a través de la que Castillo habría direccionado esa y otras licitaciones.

Incluso más grave que esa sindicación es la tácita aceptación de culpabilidad que trasunta del hecho que ocho de los 11 estén hasta ahora como no habidos, entre ellos Bruno Pacheco y los dos más notorios “sobrinísimos”. Evidentemente, fueron “dateados”.

Este hecho refuerza el impactante y documentado informe de Américo Zambrano en “Hildebrandt en sus trece” (“Castillo arma su policía política”). Uno que apunta al ministro del Interior (y al viceministro de Justicia), principalmente por los nombramientos que se han hecho en la Digimin. Allí se da cuenta en específico de la intención de proteger a Bruno Pacheco de la acción de la justicia.

El mismo día ocurre lo de la vacancia. Sin duda, una figura polémica, pero de ahí a considerarla un “golpe de Estado” hay un abismo. Me robo la argumentación del expresidente Sagasti: “Estoy en contra de interpretaciones de ‘incapacidad moral permanente’ que trivializan las causales de vacancia, que deberían ser especificadas detalladamente en la Constitución. Sin embargo, no cabe ya duda de que el presidente de la República ha demostrado que no sabe distinguir entre el interés privado y el público, entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal en el ejercicio del poder político. Se está acercando peligrosamente al umbral de lo que podría considerarse como incapacidad moral”.

A mi juicio, la fuga de Pacheco y los sobrinos no debieran dejar dudas de que ese umbral ha sido cruzado. También abona a la certeza sobre su incapacidad moral la forma en la que Castillo ha logrado ser “invacable”.

A saber, consecuencia de los cinco pactos informales y bajo la mesa que habría sostenido con bancadas (o con parte de ellas) para intercambiar “votos por ministerios”, permitiéndoles un copamiento político indiscriminado y/o, más pedestremente, puestos para allegados sin calificaciones. A eso se sumaría que al menos media docena de congresistas operarían como topos del Ejecutivo y por las peores de las razones.

El tercer elemento de la estanflación política es la pasividad de la población frente a lo que se discute en las alturas del poder. Ello se expresó en las puertas del . Más manifestantes en contra que a favor de la vacancia, pero que aún sumados eran ridículamente pocos.

Esa misma noche acudí a la concentración de los hinchas frente al hotel de la selección. En marcado contraste, había allí una multitud que exudaba no solo fútbol, sino ese inmenso amor por su país, que no pueden expresar en las calles por otras razones. Es que, para ello, se requiere confiar y creer, algo que nuestra política no inspira.

El “Financial Times” –influyente diario británico– acaba de publicar un editorial en el que señala que el Perú, con Castillo, se está volviendo ingobernable. Y tiene razón.

Un presidente que no debe quedarse, un Congreso que no puede o quiere vacarlo y que tampoco aceptaría irse. Una población que siente desprecio e indignación por ambos, pero que no las convierte en acción ciudadana.

¿Cómo salimos de esta estanflación política que nos está destrozando el futuro?