En la reciente edición de CADE realizada en Paracas se presentaron los cinco candidatos presidenciales con mayor intención de voto: Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, César Acuña, Alan García y Alejandro Toledo; aunque existe la sensación de que algunos de los que aún no destacan lo podrían hacer en cualquier momento. En dicho evento, los candidatos presentes dieron a conocer sus propuestas más importantes respecto de los principales temas que preocupan a todos los peruanos.
Hasta el momento, lo que salta a la vista con mayor claridad sobre las próximas elecciones generales es que el candidato al que finalmente apoye Gana Perú no tendrá protagonismo. Más bien, al Partido Nacionalista le será difícil superar la valla electoral del 5% para tener representación en el Parlamento, tal como lo lograron, con dificultad al finalizar sus gobiernos, Perú Posible en el 2006 y el Apra en el 2011.
Todo hace suponer que el candidato que gane la primera vuelta obtendrá alrededor de un tercio de los votos. Y su bancada parlamentaria no alcanzará suficiente respaldo como para lograr por sí misma una mayoría congresal.
Esto nos lleva a pensar que, una vez más, quien gane las elecciones presidenciales tendrá que tender puentes con otras fuerzas políticas en el Parlamento, lo que debería ocurrir con aquellas que más se acerquen a sus postulados programáticos, para así garantizar la gobernabilidad del país.
Eso es lo que espera una inmensa mayoría ciudadana que se encuentra fastidiada por el poco edificante espectáculo de las disputas y trascendidos de tipo personal, ya que estos se han multiplicado diariamente y distraen fuerzas y energías que deberían direccionarse a proponer soluciones a tantos problemas acuciantes.
El próximo presidente, antes de dirigir su primer mensaje al país, debería lograr el respaldo de una mayoría congresal suficiente que le permita enfrentar con éxito la preocupante desaceleración económica, la creciente inseguridad ciudadana, el flagelo del narcotráfico, la corrupción, la deficiente institucionalidad, nuestras carencias en infraestructura, entre otros retos pendientes. Para esto es indispensable que esté premunido de una fuerte dosis de realismo que le permita tomar decisiones prontas.
En el espectro actual de partidos con ideologías inciertas, resulta aún más necesario que las principales candidaturas precisen los temas centrales de sus programas de gobierno, para que estos se puedan compulsar. Así, quien finalmente gane las elecciones tendrá un plan conocido y ejecutable con el que podrá lograr la adhesión de quienes estén de acuerdo –en lo fundamental– con lo expuesto, y se viabilizarían mejor los consensos sobre la base de puntos específicos compatibles.
Hasta ahora, lo que han dado a conocer los candidatos no pasa del anuncio de una que otra medida puntual que estarían dispuestos a adoptar, pero expresadas de forma un tanto genérica, a un punto tal que resulta difícil identificar lo que cada uno piensa sobre los asuntos que más preocupan a la ciudadanía.
Hoy el país exige propuestas concretas que deberían convertirse en los ejes de la campaña que se avecina, de modo que se nos permita mirar al futuro con una perspectiva distinta y más optimista, que ayudará a reforzar nuestro orden político e institucional. Para esto los candidatos presidenciales deben comenzar por comprometerse formalmente ante la ciudadanía a preservar y consolidar el sistema democrático.