ALFREDO BULLARD
Abogado
Esta semana asistí al Mobile World Congress en Barcelona, la reunión más importante del mundo sobre telefonía móvil. Allí pude escuchar a Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook.
Zuckerberg señaló que estaba haciendo esfuerzos por aumentar el número de personas conectadas a Internet. Había convencido a su directorio, y estaba convenciendo a varios operadores de telefonía móvil, para invertir en dar acceso a un paquete básico de servicios (como Wikipedia, pronósticos del clima, Facebook, entre otros) sin costo. Así el teléfono móvil vendría con acceso a ese paquete de servicios básicos sin pagar por dicho acceso. Literalmente dijo: “Sería como cuando adquieres una línea de teléfono fija y esta viene con la posibilidad de llamar a emergencia de la policía o a los bomberos sin costo”.
Cuando le preguntaron por qué Facebook y operadores de telefonía móvil invertirían en regalar acceso gratuito, su respuesta fue: “Creé Facebook para conectar a la gente. Hay que seguir conectando más gente aún. No tengo un modelo económico que me diga cómo se va a ganar dinero, pero mi intuición me dice que si conecto más gente, habrá más oportunidades de negocio”.
El problema se puede explicar con la teoría de los bienes públicos. Según esa teoría, hay bienes necesarios para la convivencia humana que no van a ser producidos por el mercado porque generan externalidades. En otros términos, uno invierte en producirlos y otros se llevan (se externalizan) parte de los beneficios. Por tanto, mejor no se invierte y por ello no se producen. Entonces el Estado debe producirlos (como la seguridad pública, las calles, etc).
La conectividad de la que habla Zuckerberg tiene un componente de bien público: si conecto a alguien los demás se benefician sin pagar. Lo curioso es que propone que sean empresas privadas las que lo produzcan, y no el Estado.
La figura se entiende mejor con un ejemplo de libro de texto: el de los faros que guían a los barcos en el mar. Una vez que un inversionista construye un faro, tendrá problemas para cobrarle a todo barco que lo use. Prendida la luz, esta orientará a todos los barcos: los que pagan por su uso y los que no. El consumo de la luz es no rival. Infinidad de barcos pueden ver la misma luz sin que su uso por unos excluya a los otros. Como no se puede excluir a los que no pagan, entonces no se construirán faros. Conclusión: el Estado debe construirlos usando nuestros impuestos.
Pero el premio Nobel de Economía Ronald Coase desmitificó la teoría de los bienes públicos cuando demostró que los faros en Gran Bretaña no eran estatales, sino principalmente privados. Los usuarios frecuentes habían llegado a acuerdos para pagar por los faros, a pesar de que sabían que se generaría externalidades en favor de quienes no pagan. No es cierto, por tanto, que los bienes públicos solo deben ser producidos por el Estado.
Otro ejemplo es la política seguida por Gastón Acurio. Durante años él ha concentrado sus esfuerzos no solo en vender la imagen de sus restaurantes (bien privado), sino el de la cocina peruana en general (bien público). En sus programas de televisión no tenía temor de saborear y promover los platos de los restaurantes de su competencia. Ha invertido tiempo y dinero en hacer famosa la comida peruana y con mayor efectividad que cualquier programa de promoción estatal.
Al hacerlo aumentan las ventas no solo de sus restaurantes, sino las de los demás, a quienes no puede excluir del mayor prestigio de la comida peruana. Una externalidad evidente. ¿Por qué lo hace? Porque como los empresarios que construyen faros o como Zuckerberg y Facebook, sabe que, si bien generará beneficios a otros, los que él obtendrá por su esfuerzo justifican su inversión.
Moraleja: estar frente a un bien público no significa que el Estado tenga que producirlo. Como la conectividad entre personas, la construcción de faros y el prestigio culinario peruano, parece que el sector privado puede producir mejores bienes públicos que el Estado.