Puesto a tener visiones en Navidad, el que menos desearía toparse con Santa Claus esparciendo regalos por la sala de su casa. O cuando menos, con uno de los duendecillos que a veces lo asisten en esa tarea. O por último, con Rudolph, el reno de nariz roja que tira de su trineo a través del cielo nocturno. Pero ser visitado por fantasmas en tan festiva ocasión tiene que ser una experiencia ingrata.
Tal es, sin embargo, el argumento que Charles Dickens ideó para su famoso “Cuento de Navidad”. En él, Ebenezer Scrooge, un prestamista británico que vive solo y no sabe de generosidades ni siquiera en esas fechas, es sorprendido en Nochebuena por el espectro de su antiguo socio, muerto siete años atrás. Lleva el fantasma cadenas como castigo por la avaricia que lo caracterizó en vida y, por si eso no constituyese suficiente advertencia para producir un cambio en Scrooge, le anuncia al dueño de casa la llegada de otros tres fantasmas –el de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y el de las navidades futuras– que lo harán comprender, antes de que amanezca, la conveniencia de mudar de costumbres.
El relato tiene, por supuesto, mil otros elementos que lo hacen una valiosa pieza literaria y que el lector interesado podrá conocer en las versiones cinematográficas que los distintos canales de cable programarán sin duda en los próximos días, pero para efecto del paralelo que queremos plantear en esta columna, esa apretada síntesis basta.
—Un eshpashio de confiansha—
No es difícil, efectivamente, imaginar al presidente Vizcarra como una versión criolla de Scrooge que en la noche del 24, después del pavo y el Zacapa y ya a punto de sucumbir al sueño, es atormentado de pronto por una imagen de su antiguo socio político –César Villanueva– en cadenas. El ex premier, como se sabe, está en prisión preventiva. Y entre las presuntas irregularidades que se le atribuyen, está la de haber gestionado para Odebrecht un indebido adelanto de 41 millones de soles para la construcción de la carretera San José de Sisa cuando era gobernador regional de San Martín: una evocadora combinación de actos y cifras que podría provocar en el mandatario el más atroz de los insomnios.
Comparece a continuación el fantasma de las navidades pasadas, que curiosamente luce una banda como la suya y baila una suerte de tarantela reñida con cualquier asomo de compás. A decir verdad, se parece bastante a PPK.
El fantasma le muestra, como en un vertiginoso sueño, escenas de reuniones en las que se reciben furtivos aportes de campaña, de votaciones en el Congreso en las que un intento de vacancia presidencial se ve frustrado, de citas secretas con una tal señora K sin propósito aparente. Y también, claro, las de un acceso al poder sin querer queriendo, las de un referéndum cuyos resultados se celebran alrededor del árbol, y las de un golpe saludado por jurisperitos regalones con villancicos… Todo muy navideño, por cierto.
El segundo fantasma desaparece y mientras el jefe del Estado se pregunta si la visión que le reportó era realmente pesadillesca, el ambiente es sacudido por el arribo del siguiente. Este es el encargado de pasearlo por el paisaje de las navidades presentes y, más que fantasma, se lo diría esperpento.
“Felishes fieshtash, sheñor preshidente”, recita con pronunciación sibilante y tropezándose en medio de una reverencia que permite distinguir su fajín ministerial. Sin pausa, ataca entonces un discurso inquietante. “En primera inshtancia, el informe de contraloría exshime de cualquier reshponshabilidad al sheñor preshidente de la República y al mishmo minishtro de Transhportes” son sus primeras palabras. Y luego se enreda en una cháchara en la que todo se ‘apertura’ o ‘peticiona’, y nada se abre o se pide.
El momento cumbre, no obstante, llega cuando proclama: “Todosh los minishtros, no sholo Edmer Trujillo, obedeshemos a un eshpashio de confiansha del sheñor preshidente” (un espacio, claro está, que se ubica al sur de Arequipa y al norte de Tacna).
A esas alturas, el mandatario sabe que está en problemas y que las contorsiones retóricas del fantasma de las navidades presentes no solo no bastarán para camuflar las falsedades de su ministro favorito, sino que de seguro las harán más evidentes.
Si se nos permite la digresión, queremos precisar que con “falsedades” nos referimos a las ocasiones en que Trujillo ha sostenido que el primer adelanto que se dio al consorcio encargado de construir el nuevo hospital de Moquegua en el 2013 fue para el levantamiento de un hospital de contingencia, cuando documentos firmados por el entonces jefe de proyectos estratégicos del gobierno regional señalan que el 88,5% del adelanto fue solicitado para la construcción del hospital final.
—Lejos de Dickens—
Pero no nos amarguemos las fiestas con estas pellejerías y volvamos a la fantasía navideña. En medio de su angustia, el presidente no ha notado que el tercer fantasma se ha retirado dándole las “buenash noches” y haciendo literal hincapié en que “para cualquier coshita” no dude en despertarlo… Y es en ese trance que irrumpe en la escena el más temido de los espectros: el de las navidades futuras.
Al principio, no se le puede distinguir el rostro y, aunque es más bien menudo, arremete con violencia contra nuestro Scrooge local. Lo obliga, en buena cuenta, a contemplar un porvenir en el que, de manera ambigua, el Tribunal Constitucional deja abierta una puerta para sancionar eventuales atropellos al orden democrático que pudieran haberse cometido durante su presidencia y en el que, además, un nuevo Congreso se va tornando progresivamente áspero con él.
Al final, sin embargo, descubrimos –ya muy alejados de Dickens– que en realidad el cuarto fantasma es nuevamente el primero que, haciendo sonar sus cadenas, lo abraza y le dice: “Hombre, qué sorpresa”. Y haciéndole un sitio a su lado, le ofrece un trozo duro de panetón. Porque las navidades hay que celebrarlas en toda circunstancia.