Es interesante cómo han surgido casos de corrupción política en los más altos niveles en buena parte de América Latina justo en momentos en que ha caído el crecimiento económico. La bonanza que produjo los precios altos de las materias primas acabó y la fiesta de escándalos explotó.
En Brasil han detenido al tesorero del partido del gobierno -Partido de Trabajadores(PT)- y han imputado a 35 funcionarios públicos y ejecutivos de empresas importantes por desfalcar por cientos de millones de dólares a la empresa estatal petrolera Petrobras en beneficio del PT. El mes pasado en Lima, Aecio Neves, ex candidato a la presidencia de Brasil, le dijo a Mary O’Grady del “Wall Street Journal” que perdió las elecciones de octubre debido al “crimen organizado”. Así se refirió al uso ilegal de fondos de Petrobras en las muy reñidas votaciones de ese país. Dos millones de brasileños salieron a las calles a protestar contra el gobierno y se habla de hacerle un juicio político a la presidenta Dilma Rousseff.
En Chile, la presidenta Michelle Bachelet ha tenido que declarar que no piensa dimitir. Su hijo participó en una transacción multimillonaria que parece haber sido posible únicamente por tráfico de influencias. Financiamientos ilícitos por parte de grandes empresas a miembros de los partidos más importantes también han deslegitimado a la clase política chilena. En Argentina, el escándalo mayor ha sido la muerte del fiscal Alberto Nisman antes de que acusara formalmente a la presidenta Cristina Kirchner de corrupción. En México, la esposa del presidente y el ministro de Hacienda han sido cuestionados por adquirir casas de valores muy por encima de lo que sus ingresos parecieran justificar.
Sacar a la luz del día los abusos de la DINI ya tumbó a una primera ministra en el Perú, y los casos de corrupción de gente que ha sido cercana al presidente son preocupantes.
¿Qué explica este brote de escándalos? Sin duda, la desaceleración económica envalentona al público y a la oposición política a presionar por una mayor rendición de cuentas. Pero no sería la primera vez en América Latina que la insatisfacción económica produjera protestas o hasta cambios políticos. Es más interesante ver qué otros factores han influido y cómo los países han respondido.
Lo más llamativo es el caso brasileño. A diferencia de Ecuador o Argentina -donde se destapan escándalos de corrupción en los más altos niveles y no pasa nada-, en Brasil se está ejerciendo el peso de la ley contra gente de mucha importancia en el mundo político y de negocios.
Las claves parecen ser la interacción de la apertura económica, la democracia y la libertad de prensa. Los estudios muestran que la corrupción se cae cuando hay democracia y prensa libre, pero no si uno de los dos factores está ausente o es débil, ya que hay que saber quién es corrupto y poder contar con un mecanismo para reemplazarlo. Por ejemplo, hay mas libertad de prensa en Brasil que en Argentina, Ecuador o México, según Freedom House, y su democracia es más fuerte que la de los últimos dos casos. La constitución brasileña de 1988 fortaleció la independencia de la policía y los fiscales federales. La credibilidad de las instituciones brasileñas aumentó cuando se arrestaron y condenaron a altos funcionarios del gobierno y el PT en el 2005 en el caso “mensalão” de compra de votos. Dado que los estudios también muestran que la libertad económica se asocia con menos corrupción, la mayor apertura de Brasil comparado a Argentina o Ecuador, por ejemplo, juega a su favor y permite que Petrobras se cotice en la bolsa de Nueva York donde se somete a los estándares del mercado.
No hay receta mágica para combatir la corrupción, pero algunos países están avanzando y están mejor preparados para hacerlo.