"Algunos sectores (Interior, Defensa, Transportes y Comunicaciones, y Vivienda) se confirman como imprescindibles para el presidente, mientras otros mantienen las cuotas de los aliados (Trabajo e Inclusión Social)".
"Algunos sectores (Interior, Defensa, Transportes y Comunicaciones, y Vivienda) se confirman como imprescindibles para el presidente, mientras otros mantienen las cuotas de los aliados (Trabajo e Inclusión Social)".
José Carlos Requena

Tras el breve y languideciente Gabinete liderado por , llega el cuarto grupo de ministros. Lo encabeza , alguien que colaboró con desde los intensos días de espera de los resultados electorales y que lideró hasta el martes el Ministerio de Justicia, un sector tradicionalmente de poco peso político, pero que tiene vital relevancia en las actuales circunstancias de acusaciones de corrupción vigentes, aspiraciones constituyentes que no terminan de irse y eventuales choques entre poderes.

El Gabinete Torres trae muchas continuidades respecto de los dos previos, pero también algunas rupturas y mensajes –mucha retórica vacía– que vale la pena no perder de vista. Los continuos lo marcan las mayoritarias permanencias respecto del Gabinete que juró hace solo una semana (13 de 19), incluyendo la promoción de Torres a la PCM.

Algunos sectores (Interior, Defensa, Transportes y Comunicaciones, y Vivienda) se confirman como imprescindibles para el presidente, mientras otros mantienen las cuotas de los aliados (Trabajo e Inclusión Social), que deben recordarse cuando se haga un balance final de la presidencia de Pedro Castillo. De hecho, la también vicepresidenta Dina Boluarte ha sido ministra desde el día uno y ha avalado todas las decisiones tomadas en los Consejos de Ministros.

Una ruptura, aunque quizás sutil, es la variación en la hipoteca parlamentaria. Si en el Gabinete Valer el rol de Guillermo Bermejo parecía claro, en el actual, el peso de Vladimir Cerrón y Perú Libre vuelve al primer plano. Continúa controlando Energía y Minas e incorpora la estratégica cartera de Salud y la simbólica de Desarrollo Agrario, donde, además, ubica a un congresista en funciones (Óscar Zea). La presencia de Perú Democrático se mantiene con Betssy Chávez en Trabajo.

En cuanto a los discursos, la recurrencia al pueblo ha dado paso a la ancha base, que se une a viejas temáticas gaseosas. El pueblo, que recurre a los servicios de salud que brinda el Estado desde el Minsa, ha visto que se cambia a la cabeza del sector para nombrar a un médico que en el pasado promocionaba soluciones milagrosas. Si algo funcionaba relativamente bien en el Ejecutivo eso era el proceso de vacunación mantenido por Hernando Cevallos. Pero el presidente Castillo, al parecer, prefiere saldar la cuota partidaria.

En sus alocuciones del viernes y en su mensaje del lunes, el presidente hizo mención a la “ancha base” que caracterizaría a su actual Gabinete. Pero la convocatoria ha recaído en Aníbal Torres, un ministro visto en tiempos iniciales como uno de los más sensatos del Gabinete, pero que devino principal portavoz de la confrontación no solo con la oposición, sino con todo lo que identifica como “la derecha opositora”, para usar un término al que recientemente acudió el hoy jefe del Gabinete.

Finalmente, un flanco que tenía el Gabinete Valer (el cariz antifemenino) ha dado paso a una representación aun menor, aunque sin visos conservadores. Como si un gesto fuera suficiente para acallar las críticas al respecto. Es muy gráfico que, en este Gabinete de solo tres mujeres, una de las pocas incorporaciones corresponda, precisamente, a una activista feminista de izquierda: el Gabinete menos paritario en años está integrado por alguien que le dedicó largos años a la lucha por las cuotas.

Hace unos días, se cuestionó a Valer por violencia contra la mujer y a Katy Ugarte por sus posiciones conservadoras. Hoy, la paridad parece haber pasado a ser una sofisticación burguesa. Como si aquello de “pueblo”, de “ancha base” o el lenguaje inclusivo por el que se lucha no fueran más que un discurso convenido: un floro, para decirlo en términos coloquiales. Uno tristón, eso sí, quizás a tono con el momento político que vive el país.