Para quienes no lo recuerdan, un sainete es una pieza dramática jocosa en un acto populachero. Y eso es, precisamente, lo que viene armando el gobierno humalista para entretener a la masa mientras las cosas serias del Estado se esconden de esa opinión pública ilustrada que, tarde o temprano, juzgará con dureza a la pareja presidencial.
Las cosas claras: tras mil trabas y remilgos, la señora Nadine Heredia asistió finalmente a la comisión investigadora y se burló de los congresistas evadiendo todas las respuestas claves: desde cómo llegó el dinero chavista en el 2006, para financiar la campaña frustrada, hasta otros envíos recibidos de empresas venezolanas, siendo ella ante la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (Sunat) consultora en asuntos capilares.
Tampoco ha esclarecido su relación con el ‘recapturado’ Martín Belaunde Lossio, su amigo íntimo a juzgar por las múltiples fotografías en que aparecen con mucha cercanía. Además, han salido a la luz documentos en que este es nombrado representante de Gana Perú en Áncash, el departamento más corrupto y donde funcionaba ‘La Centralita’, a cuya cúpula él perteneció, motivo por el cual no funcionó el criterio de convertirlo en colaborador eficaz.
Ni Heredia ni Ollanta Humala han explicado tampoco por qué prefirieron la extradición (lo que limita el eventual juzgamiento a ‘La Centralita’), lo cual deja de lado otros graves e incriminatorios delitos, como cohecho, por ejemplo, en vez de la expulsión que ofrecía de inmediato el Gobierno de La Paz.
Y el tiempo que Belaunde Lossio pasó cómodamente en Bolivia ¿no habrá servido para que negociadores del actual gobierno traten con el prófugo qué decir y qué aceptar o qué negar?
Este gobierno está lleno de indicios de corrupción. Hay hasta denuncias de cuentas secretas en Panamá. Basta ver el caso de los pañales de Ana Jara, los que no eran otra cosa que los regalitos de la señora Heredia cuando esta pensaba hacer su campaña electoral. Basta recordar el caso del hermanísimo Alexis y el vocero actual de Gana Perú, que negociaron secretamente con Rusia incluso antes de que Humala asumiera la presidencia. Basta ver el espionaje masivo de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), que aún no ha cesado su seguimiento contra periodistas, empresarios y opositores.
Peor todavía, ¿por qué no se ha declarado ilegal a honderos, etnocaceristas y ‘espartanos’? ¿Cuántos detenidos y procesados hay o son parte de fuerzas paramilitares que alienta el propio gobierno?
Eso fuera de todas las trapacerías de funcionarios como el ex titular de Energía y Minas Eleodoro Mayorga, cuyas gestiones irregulares con una petrolera nunca se aclararon. Además, tenemos la negativa del gobierno a no declarar zona de emergencia en Islay, lo que fue un claro desacato al cumplimiento de la Constitución para mantener deliberadamente una ‘zona liberada’ por el terrorismo antiminero.
No estamos en julio de 1872, cuando colgaron a los hermanos Gutiérrez. En el pasado, la furia popular ya hubiese explotado y determinado la misma pena que sufrieron los hermanos Gutiérrez. Sin embargo, tenemos una esperanza pronta: falta poco para que se realicen las elecciones generales y creemos que este gobierno farsante y engañoso nunca más vuelva a ser elegido.