En los chifas es usual que con la cuenta traigan una galleta de la fortuna. La galleta, usualmente en forma de U, se parte por el medio permitiendo extraer una tirita de papel con un mensaje en tono de profecía.
Quizás se haya sorprendido que en más de una ocasión ese mensaje coincida con algo que le pasó o que cree que le va a pasar. Uno se imagina entonces que estas galletas reflejan alguna ciencia oculta china.
Pero las galletas de la fortuna no son ni de origen chino ni predicen nada concreto. Ni siquiera se originaron en Asia. Todo indica que fueron inventadas en San Francisco, Estados Unidos, por un inmigrante japonés llamado Makoto Hagiwara, en 1909. Su introducción a China es reciente, aparentemente motivada por las demandas de los turistas que acuden a restaurantes de comida local.
¿Cuál es el secreto de la fuerza predictiva de estas galletas? En realidad se basan en la habilidad de redactar frases que pueden reflejar cualquier cosa que nos pasa o que creemos que nos va a pasar. Veamos algunos ejemplos: “Recibirás una buena noticia que te alegrará todo el año”, “No pierdas fe en tus principios”, “Lograrás hacer lo que otros dicen que no puedes”, “Alguien te ilumina desde arriba”, “Una avalancha de suerte viene hacia ti”.
El truco es simple: usa frases que no dicen nada especial pero que reflejen (en abstracto) lo que la gente espera. Nunca redactes promesas muy concretas ni expliques cómo se logrará que lo prometido se cumpla. Tienen que ser generales e imprecisas. No digas: “Tus papás te van regalar un perro” o “Tu tío te va a invitar a un lindo viaje”. Di mejor: “Recibirás un lindo regalo”. No digas: “Te subirán el sueldo” o “Recibirás un ascenso”. Mejor di: “Algo mejorará en tu trabajo”. Si das muchas explicaciones, el lector del mensaje constatará con detalles que lo que dices no se va a cumplir como lo dijiste. Pero todos recibimos siempre alguna sorpresa y siempre podemos encontrar que algo mejoró en nuestro empleo.
Lo políticos hacen promesas de galletas de la fortuna. Nos ofrecen generalidades y nunca dicen como las cumplirán.
El llamado fujimorismo, sea lo que signifique, es un ejemplo particularmente ilustrativo de la técnica “galleta de la fortuna”. En realidad (como pasa con la “doctrina” del Apra de la que hablé en un artículo anterior –”Al ritmo de la Marsellesa”, 28 de noviembre del 2015–), el fujimorismo como doctrina tampoco existe. Bien mirado no hay nada que ver. Su líder implantó un estilo de gobierno que más que en ideas se basó en un populismo pragmático en el que el fin justifica los medios.
El fujimorismo nunca ha tenido una visión de país. Fue (y sigue siendo) reactivo a la coyuntura y ajeno a la estructura. Cuando ha pretendido llevar a cabo reformas, se ha quedado siempre a la mitad. Le ha temido a la institucionalidad. Toda reforma tenía siempre un parche antirreformista.
Si uno ve los ofrecimientos de Keiko Fujimori en CADE encontrará muchas galletas de la fortuna. Ofrecer un ‘shock’ de inversión pública no significa nada si no nos dice en qué consiste y de dónde sacará los fondos para hacerlo.
Que el ministro de Economía se ensuciará los zapatos para conocer la pobreza no significa nada en términos de política económica ni nos dice nada sobre cómo conseguirán reducir la pobreza.
Y cuando dice que combatirá la corrupción debería explicar si indultar a su padre no reforzaría la sensación de impunidad que explica buena parte de los escándalos reiterados de los últimos gobiernos.
Las galletas de la fortuna generan la sensación de predicción del futuro porque en realidad no ofrecen predicciones. Y las promesas del fujimorismo no son realmente promesas porque, en realidad, no prometen nada concreto.