Los procesos electorales, ya sabemos, les sirven a los ciudadanos para elegir a sus representantes respecto a la cosa pública; son, en dicho sentido, un ejercicio de identificación de ideas, programas, personas y estilos que, llevados a la práctica, enrumbarían al país hacia un destino. Por ello, y para que dicha práctica no vulnere los derechos de ningún ciudadano, se recurre a elecciones libres y transparentes, de tal manera que la mayoría decida quiénes asumirán la responsabilidad entre los distintos candidatos.
Así, las elecciones sirven a la ciudadanía para identificar a los representantes del pueblo y para premiar (y también castigar) a los partidos, a sus líderes y a sus propuestas. Al premiar a unos y castigar a otros, la ciudadanía reajusta sus preferencias políticas; esto es, reasigna las cuotas de poder, otorgándoles más a unos y menos a otros según la preferencia de la población.
Las elecciones del domingo 26 de enero (26E), como todas, cumplieron dicho encargo. ¿Quiénes ganaron y quiénes perdieron en dicho rebalanceo, y qué nos dicen los resultados sobre las preferencias de los ciudadanos? En principio, los grandes ganadores del 26E fueron tres: el presidente Martín Vizcarra, en el plano político, y los partidos Acción Popular y Alianza para el Progreso, en el plano electoral. El presidente Vizcarra terminó liquidando a su principal oposición política: la coalición fujimorista-aprista. Y se beneficiará de una distribución legislativa atomizada, sin experiencia y sin tiempo para articular una amenaza creíble. Acción Popular, por otro lado, se configura por segunda vez como un partido ganador, luego de la victoria en el sillón municipal de Lima (octubre del 2018). Y Alianza para el Progreso se reafirma como la segunda fuerza política a escala nacional.
Otros ganadores, aunque en menor proporción, son el partido Podemos Perú y su principal figura, Daniel Urresti, así como el Frepap. No obstante las mochilas que carga el militar en retiro, el estilo populista y confrontacional pega en ciertos sectores, y estas elecciones vuelven a recordarlo. El Frepap, por su parte, pareciera reivindicar un voto por descarte (las elecciones del 2021 confirmarán su real dimensión).
Entre los perdedores destacan nítidamente Fuerza Popular y aquellos partidos conocidos o con recursos que no pasaron la valla. La derrota política de Fuerza Popular, que pasó de tener 73 congresistas en el 2016 a los 15 actuales, debería ser un caso de estudio. Luego están aquellos partidos como el Apra, Solidaridad Nacional y Contigo (antes PpK), que teniendo figuras reconocidas y de amplia trayectoria política no lograron el 5% de las preferencias. La narrativa del “golpe de Estado” y “el castrochavismo” sentado en Palacio pareciera no haber calado en la población.
El Partido Morado obtuvo un buen resultado en el plano electoral, pero con sabor a derrota en lo político. Las secuelas del ‘affaire’ de su líder, Julio Guzmán, impactaron en la última semana, y habrá que medir cuánto impactarán en las presidenciales del 2021 (es de sospechar que mucho).
Esta distribución atomizada del Congreso, así como el rebalanceo del poder político traerán consigo una nueva dinámica entre el Ejecutivo y el Legislativo. Será importante leer, en las próximas semanas, los mensajes de las principales bancadas a fin de identificar la tendencia de dicha relación.