Giulio Valz-Gen

Si uno toma las mismas acciones, lo más probable es que obtenga los mismos resultados. Los cambios no se dan porque alguien los piense, los debata y los plasme en una declaración o un comunicado de buenas intenciones. Modificar algo (para bien o para mal) requiere acciones concretas.

Entiendo la necesidad del pensamiento positivo, aunque pienso que está un tanto ‘overrated’. Lo he discutido con varias personas en las últimas semanas y es cierto. Si solo miramos el vaso medio vacío, podemos tender a ver siempre el abismo como la única opción. Algo de esperanza tiene que quedar, por algún lado.

No veo, por ahora, quiénes podrían tomar acciones concretas en el para cambiar, en algo, el statu quo. En el 2024, nuestros actores políticos seguirán siendo exactamente los mismos (o parecidos).

¿Si la presidenta y su primer ministro Alberto Otárola no han tenido mayor cambio de libreto en el 2023, por qué habría de esperarse algo distinto en el 2024? Lo más probable es que sigan por la misma senda y con los mismos objetivos: sobrevivir y llevarse razonablemente bien con quienes les permiten hacerlo.

En el caso del Congreso, la historia es parecida. Si durante el 2023 primaron la impunidad política y el populismo, ¿por qué algo tendría que cambiar en el 2024? El Parlamento vive una historia circular. De los ‘robacables’ y ‘comepollos’, hemos pasado a los ‘mochasueldos’ y a los ‘Niños’, incluyendo ahora a los “chapo mi bono” (¡y a quién le importa la recesión!). Si hay algo claro es que el próximo año aparecerán nuevas categorías, es cuestión de esperar unos meses.

Y en cuanto a la agenda legislativa, seguramente también veremos más de lo mismo. Destruir más que construir. Representar el interés de pocos y no el de las mayorías. Leyes con nombre propio y populismo.

Pese a lo anterior, algunos temas sí van a alterar un poco la agenda de lo predecible. La aproximación del calendario electoral hará que algunos empiecen a mostrarse y traten de buscar el adelanto de elecciones o, simplemente, tener un posicionamiento político. La cercanía al 2026 determinará nuevas amistades y rompimientos. Veremos cuánto de eso se refleja en el Congreso.

Otro factor para tener en cuenta es el inicio del juicio oral contra la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, por el Caso Cocteles. La fiscalía pide 30 años de cárcel para la excandidata presidencial. La bancada que mejor se mueve en el Congreso tendrá que lidiar con la posibilidad de que los dos hermanos Fujimori (el proceso de Kenji se ve en las próximas semanas) puedan terminar presos.

Si la estrategia es apoyar la inhabilitación de todos los miembros de la Junta Nacional de Justicia (que justo nombra a los jueces y fiscales) o promover la creación de una comisión congresal que proponga una reforma del sistema de justicia (JNJ, Poder Judicial y Ministerio Público) en 45 días como lo hicieron hace solo una semana, la cosa no va por buen camino. El manejo político que tenga el fujimorismo en estos procesos es fundamental para sus expectativas electorales. Hay la intención de politizarlo todo y eso es un riesgo grande, no solo para el fujimorismo, sino para el sistema político en general.

Y como hay que tener un poquito de esperanza, la única que me queda es que se confirme con 87 votos la reforma constitucional que crea la Cámara de Senadores. Aunque no resuelve ninguno de nuestros problemas estructurales, al menos crea algunas barreras al populismo y a la trasnochada y absurda idea de que todos los problemas del Perú se resuelven con una asamblea constituyente.

¡Les deseo a todos un feliz 2025!


Giulio Valz-Gen Analista político de 50 + Uno