Bárbara D'Achille

Tenemos grandes problemas. Entre el terrorismo, la inflación y el ‘cocatráfico’, es como para que uno se resigne a esperar que pase la tormenta. Solo que... ¿y después? ¿Qué tendremos? ¿Qué argumentos podremos esgrimir a fin de arreglar este país para nuestros hijos?

Si bien es cierto que los problemas son enormes y la política en el país es algo muy incierto, ¿por qué aguantar tantos otros inconvenientes que sí tienen solución? ¿O es que dejaremos que los problemas graves lleven también consigo a todo el resto de estructuras, sistemas, valores, en su paso arrollador barranca abajo? Si el Central es débil y del Legislativo no se puede esperar mucho, ¿cuál es la excusa de que tampoco se exija a los jueces y fiscales que cumplan honradamente con su labor? Que los municipios no rijan ni reglamenten. Que los funcionarios regionales no trabajen.

Por ejemplo. Uno toma un vuelo en cualquiera de las compañías aéreas nacionales. El incumplimiento del horario ya se ha vuelto endémico. Uno puede esperar todo el día y nadie se preocupa si el viajero comió o tomó algo durante la demora. Y menos de darle una explicación coherente sobre la causa o una respuesta por la demora. Más peligroso aún es intentar un viaje terrestre. En los “paraderos informales” el vehículo se llena de pasajeros en el pasillo. Y posiblemente en algún punto suceda que la “diligencia” sea asaltada por vulgares ladrones. Un control policial en las carreteras debería ser posible y factible –por lo menos en las más transitadas y asediadas–, pero será que no hay fondos ni para lo más elemental.

Todavía se ven turistas en el . Pero fuera de que el problema de la creciente violencia los tiene cada vez más ahuyentados, esta forma de estrujarles descaradamente hasta el último centavo posible, dando cada vez menos a cambio, terminará por poner al país en la lista negra de todas las agencias del extranjero.

Pero yo supongo que habrá algunas personas que piensan que después de la tormenta saldrá el sol. Es que empezaremos de nuevo todo y habrá que reconstruir la industria del turismo desde cero.

Vemos en un programa de televisión cómo un posible candidato a la presidencia y exministro de Economía y Finanzas dice públicamente que él no ha tenido nada que ver con el deterioro de la economía por su gestión en los dos primeros años del gobierno. Que toda la culpa la ha tenido la supuesta estatización de la banca. Y nosotros lo escuchamos impávidos, y hasta es posible que llegue a presidente, ¿y nos quedaremos con los brazos caídos una vez más?

Hay miles de cuestiones que resolver. Las líneas aéreas, la seguridad vial, el turismo, la construcción en terrenos no aptos, la pérdida de áreas verdes. Algunos son problemas que podemos resolver nosotros, sin necesidad del gobierno. En otros se necesita la intervención del Estado y la opinión pública debe reclamarla. Pero no debemos seguir esperando todo del gobierno. Debemos hacer algo. A veces, protestar. Otras, exigir cumplimiento. Responder nosotros. Digo que a veces parece como si el país de verdad se ha puesto de cabeza: lo que es malo es bueno, la mentira es tomada por verdad, el engaño visto con tolerancia; la ineptitud, el robo, la corrupción, aceptados ni siquiera con un encogimiento de hombros. Si esto fuera cierto, la sociedad no tendría bases. Con nuestra impasible pasividad, ¿estamos aceptando el caos?

Cuando el gobierno es débil o ineficaz es necesario que actuemos nosotros. No debemos resignarnos ni dejar caer los brazos. Pues, de otro modo, ¿qué clase de país tendremos para nuestros hijos después de que pase el diluvio, por lo menos para los que pensamos quedarnos aquí?


–Glosado y editado–

Texto originalmente publicado el 7 de marzo de 1989.





*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Bárbara D'Achille fue Periodista

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