Una mejora sensible en la aprobación presidencial y del Gobierno ayudaría mucho a recobrar la confianza y la inversión privada, lo que, a su vez, permitiría volver a crecer y reducir la pobreza. Un círculo virtuoso.
La presidenta Dina Boluarte tiene una nueva oportunidad para hacerlo si asume un liderazgo fuerte en la lucha contra la delincuencia y las extorsiones que asolan áreas urbanas del país, y consigue resultados. Pero, para eso, debe tener un plan claro y efectivo, no efectista, y hasta ahora no parece que lo tenga.
Para comenzar, tendría que demandarle al Ministerio del Interior y a la policía ver la manera de aumentar significativamente el número de agentes dedicados a la investigación y la inteligencia operativa para multiplicar los GEIN en el terreno con tecnología y con un mando único; tendría que convocar a la fiscal de la Nación y al presidente del Poder Judicial y del Congreso para introducir los cambios normativos y operativos a fin de no liberar a la mayor cantidad de detenidos que habría si se aumenta la inteligencia operativa en el campo; tendría que exigir la habilitación de laboratorios de criminalística para que los jueces no liberen a los detenidos; tendría que demandar al Ministerio de Justicia ver la manera de ampliar rápidamente la capacidad carcelaria para la mayor cantidad de presos no liberados que habría, y bloquear efectivamente los celulares; tendría que impulsar a los alcaldes a activar de verdad los comités de seguridad distrital con tableros de metas y acciones revisadas todas las semanas con responsabilidades asignadas a todas las entidades, y así sucesivamente.
Pero tiene que liderar personalmente y casi a tiempo completo. Podría ayudarle el asalto de fuerzas militares y policiales a la cárcel venezolana de Tocorón, cuartel general del Tren de Aragua, que llega en buen momento si sirve para descabezar esa organización criminal transnacional que actúa con ferocidad en nuestro país.
Pero lo primero es tomar conciencia de que cualquier plan requiere capacidad de gestión, y esta no existe en el Gobierno ni en el Ministerio del Interior. Resulta que ese ministerio apenas ha gastado el 15% de su presupuesto de inversión al 20 de setiembre. Tiene que cambiar el ministro o exigir la reestructuración de los equipos.
Pues no haberse preocupado de la gestión la ha llevado a desperdiciar la otra gran oportunidad que tuvo para galvanizar al país: la preparación para enfrentar el fenómeno de El Niño. Ahora el norte estaría al borde de la indefensión. En efecto, el portal de consulta amigable del MEF revela que al 20 de setiembre el gobierno central solo ha ejecutado el 8,8% de los casi S/3 mil 400 millones que tiene para obras de prevención antes de que lleguen las lluvias. Es inaudito. Si entramos al detalle, descubrimos que el sector con más presupuesto y que menos ha podido ejecutar es el Midagri, y específicamente la Autoridad Nacional del Agua (ANA). Claro, ese sector fue diezmado y fagocitado por los ministros de Castillo, pero el gobierno de Boluarte no ha podido reconstruir su capacidad profesional. El resultado sería el desborde inmisericorde de los ríos y la devastación total. El presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, ha asegurado que las obras estarán listas para diciembre, pero parece dudoso.
La presidenta ha mejorado la calidad del Gabinete Ministerial en relación con Castillo, pero no lo suficiente. Necesita ministros y técnicos del más alto nivel para afrontar los desafíos más grandes que tenemos: la inseguridad, El Niño y la recuperación económica. Pero esta última depende no solo del ministro de Economía, sino de que se vea un gobierno solvente, consolidado y con mayor aprobación ciudadana. Boluarte no puede limitarse a durar. Tiene que gestionar, llamando a los mejores.