Estos últimos días de campaña son los que asesores y analistas llamarían de las definiciones, aunque a la luz de lo que sucede en el mundo real deberían llamarse de la desesperación.
Es el momento en que la diplomacia se relaja y empieza el ataque desembozado, cruento, directo a la yugular. En cristiano, es la hora de soltarse las trenzas. Hasta los modositos vociferan, se arañan y se mandan. Ya no hay nada más que perder.
Y en ese tren, la delgada línea que los separa del ridículo se vuelve borrosa o, si quieren, invisible.
Heresi, quien parece un frustrado postulante a “Yo soy”, se subió a un bus con una guitarra a cantar; Sánchez Aizcorbe voló en un parapente y aunque el susto consiguió lo que parecía imposible –arrancarle una sonrisa–, ni eso le permitió alcanzar altura; mientras que Fernán Altuve, en un arranque de originalidad, ha propuesto añadir dos huevos duros al Vaso de Leche.
Hasta Castañeda, el ultrafavorito, ha hecho lo que peor sabe –hablar– y, para variar, ha metido las cuatro, porque eso de desdeñar la ayuda extranjera per se, además de tener más que un tufillo xenofóbico, es un absurdo gigantesco, sobre todo de quien recurrió a una agencia de afuera, como el Organismo Internacional de las Migraciones, para aligerar los procesos en favor de las obras que tanto pregona.
Tampoco se salva la alcaldesa, quien acaba de endilgarnos una frase única, capaz de provocar risa e indignación a la vez, y no solo entre los apretujados usuarios de alguno de los buses del corredor azul. Uno de los motivos para votar por ella, dice, es “porque nunca Lima estuvo tan bonita”.
¿A tanto puede llegar su nivel de desconexión con los limeños?
¿Qué vendrá en adelante? No asoman moderación ni sensatez en el horizonte.
Lo más probable es que los ánimos se crispen y la pelea se sazone con alguna propuesta estrambótica. Ojalá no sea así.
En todo caso, al momento de escribir estas líneas –es decir, antes del debate de anoche– la campaña está lejos de las cotas de suciedad alcanzadas en otras, a pesar del ‘bullying’ desbocado sobre Castañeda en las redes sociales, y algunas acusaciones injustas sufridas por la señora Villarán.
Esto ha sido, sin dudas, el principal valor de una contienda que, valgan verdades, ha sido chata porque lo que Lima realmente necesita ha estado ausente: una visión de futuro.
Se ha priorizado lo inmediato y lo postizo, sin mayor perspectiva.
Hasta los Juegos Panamericanos, el evento internacional más importante que acogerá la ciudad en muchos años, no solo porque la pondrá en vitrina, sino porque pondrá a prueba su capacidad de organización y la calidad de sus servicios, se encuentra ausente de la mayoría de planes de gobierno.
Ninguno de los 13 candidatos ha estado a la altura de Lima. Ese es el gran drama de esta elección.