Los edificios públicos se convirtieron en hospitales para poder atender a los enfermos. (Foto: ALAMY)
Los edificios públicos se convirtieron en hospitales para poder atender a los enfermos. (Foto: ALAMY)
Héctor López Martínez

En el otoño europeo de 1918, el Ejército alemán emprendió una recia y desesperada ofensiva que las fuerzas aliadas franco-anglo-norteamericanas, no sin grandes esfuerzos, pudieron detener para inmediatamente después iniciar una arrolladora contraofensiva que tendría como colofón la firma del armisticio el 11 de noviembre de aquel año.

Durante las últimas semanas del conflicto mundial que había durado cuatro años –señalaron los demógrafos Reinhardt y Armengaud– y la inmediata posguerra, se produjo una grave epidemia de gripe llamada ‘española’ que no puede separarse de los efectos de la guerra. La fatiga de los combatientes, la debilidad de las poblaciones subalimentadas y la miseria de los campos de prisioneros brindaron a la plaga un terreno sumamente favorable.

¿Por qué española? Como se sabe, España permaneció neutral durante el conflicto, y su frontera con Francia se mantuvo siempre abigarrada de viajeros que iban y venían entre uno y otro país. Según algunos historiadores, franceses enfermos de gripe encendieron la epidemia en España que, meses después, se convirtió en pandemia universal. Los puertos de Europa occidental fueron los que inicialmente tuvieron mayor incidencia de casos de gripe. Todo indica que allí se mezclaron diversas cepas de gripe y generaron un híbrido extraordinariamente virulento que nadie pudo detectar tempranamente.

Las primeras noticias de esta epidemia las dio El Comercio a principios de setiembre. El 25 de ese mes, dos barcos de pasajeros procedentes de Panamá arribaron al Callao con pasajeros griposos que inmediatamente fueron puestos en cuarentena. En octubre de ese año, aparecieron los primeros casos en el Callao y poco después en Lima. La última semana de noviembre estalló en nuestra capital la epidemia con feroz virulencia. Los síntomas eran fiebre muy alta, terrible dolor de cabeza y de todo el cuerpo, tos y dificultad respiratoria. La mayoría de los decesos tenía lugar al tercer día de la enfermedad. El Consejo Superior de Higiene tomó las medidas recomendadas en esas circunstancias. Las 18 boticas de la Beneficencia Pública debieron surtir gratuitamente las recetas con remedios contra la gripe que azotaba a los pacientes pobres. Se pidió que la gente no se estrechara la mano, se evitaran las aglomeraciones en iglesias, velorios, cementerios, colegios, espectáculos, etc. La municipalidad habilitó diversos locales para la hospitalización y el aislamiento de los griposos. Asimismo, se contrataron médicos para atender exclusivamente a los afectados por la epidemia, entre ellos al joven galeno Honorio Delgado.

La gripe no respetó clases sociales ni capacidades económicas. El 15 de diciembre, El Comercio informaba que en el Hospital 2 de Mayo (que solo atendía hombres) había 1.663 enfermos y en el de Santa Ana (de mujeres) 227. En ambos nosocomios moría un promedio de 30 personas diarias. Entre los no hospitalizados, las víctimas también fueron numerosas. El día 17 murieron de gripe 11 personas; el 18, 13; el 19, 14; el 20, 12. El Comercio repetía: “La lucha contra las epidemias es un verdadero combate de todos los habitantes de una ciudad contra el mal que en ella ataca”. El 22 de diciembre el arzobispo de Lima suprimió la tradicional misa de gallo. Esa fue la Navidad más triste en nuestra capital el pasado siglo.

La epidemia trajo también una grave crisis económica en la ciudad, sobre todo entre la clase trabajadora. Al respecto señalaba El Comercio: “Los sobrevivientes de la gripe saben por propia y dolorosa experiencia cuál es el grado de abatimiento, de desmedro, de laxitud en que deja la enfermedad a sus víctimas. La gripe actual puede definirse como una enfermedad de seis días y un malestar de sesenta”. La epidemia remitió entre nosotros recién en marzo.

La “gripe española” afectó al 80% de la población del globo. A causa de ella murieron 21’640.000 personas, muchas más que las víctimas de la Primera Guerra Mundial. A inicios de 1919 se extendía por todo el mundo. Solo en la India perecieron 13 millones de seres humanos. Diremos, finalmente, que Hipócrates describió los síntomas de la gripe cinco mil años antes de Cristo y al parecer el nombre procede del alemán ‘greifen’, que significa ‘agarrar’, ‘coger’ y se generalizó a partir del siglo XVIII.