¿Sabe lo que es la DMZ? Es el acrónimo en inglés de zona desmilitarizada: la zona de frontera entre las dos coreas. Luego de la Guerra de Corea se acordó una zona libre de presencia militar de dos kilómetros a cada lado de la frontera. Su frontera no es una línea sino una franja de 4 kilómetros de ancho.
Como efecto involuntario de su instauración, se generó una zona ecológica en la que la no presencia humana ha derivado en el florecimiento de una variada flora y fauna. Y también en la aparición de malaria. De hecho, es la única zona del hemisferio norte que sufre de ese mal.
Otro de los efectos involuntarios es que la DMZ es una de las atracciones turísticas más importantes de las dos coreas. Hace poco más de una semana fui uno de los turistas que la visitan. Toda una experiencia. Me había quedado con ganas de conocer el Muro de Berlín antes de su caída. La DMZ es muy parecida: una barrera que separa al mismo país en dos ideologías, dos sistemas, dos realidades. Un fósil viviente de la Guerra Fría. El día que caiga y sea cruzada en los dos sentidos por los coreanos, podré decir que estuve allí antes de que desapareciera.
¿Pero ocurrirá eso pronto? ¿Y cómo será la Corea resultante de una reunificación?
El lector pensará que es muy avezado visitar Corea en esta coyuntura, cuando la amenaza de la guerra (incluida una nuclear) está en todos los canales de noticias. Lo mismo pensé cuando tomé la decisión de ir. A pesar de las numerosas recomendaciones en contra, mi curiosidad venció a mi prudencia.
Lo cierto es que cuando llegué no encontré un estado de pánico generalizado. La situación es muy distinta. Cuando le preguntas a los coreanos del sur, muy sueltos de huesos, te dicen que ya están acostumbrados y que no creen que pase nada. Y si pasara, su potencial militar es superior al de sus vecinos del norte.
Asistí a una conferencia. Uno de los paneles fue precisamente sobre seguridad militar y reunificación. El general norteamericano Burwell B. Bell, quien fue comandante de las Fuerzas de las Naciones Unidas en Corea, no era tan optimista. Calificó la situación (como suelen hacer los militares) como crítica. Coincide en que los norcoreanos difícilmente podrán sostener una invasión exitosa de Corea del Sur. Pero sí tienen la capacidad de causar mucho daño (cientos de miles, quizás millones, de bajas y destrucción de infraestructura) y luego replegarse y defenderse en su territorio de manera exitosa.
Pero más interesante me pareció la presentación de Hee Sang Kim, un militar surcoreano retirado, presidente del Instituto Coreano de Asuntos de Seguridad Nacional.
Se preguntaba por qué un país tan pobre y sin futuro como Corea del Norte, en el que millones se mueren de desnutrición, puede desarrollar un poder militar apreciable incluida la posibilidad de bombas nucleares. Curiosamente, en los 70, los norcoreanos estaban en mejor situación económica que los surcoreanos. Sin embargo el gasto armamentista fue la prioridad y fue socavando su ya débil economía. A finales de los 90, gastaban entre 200 y 300 millones de dólares en alimentar a la población y 300 a 500 millones en desarrollar armas nucleares. Se cree que el gasto militar está entre el 35% y 50% del PBI. Como dijo Juan Andrés Ramírez comentando mi artículo de la semana pasada, un pobre que no tiene para comer y se compra un Mercedes Benz.
La economía norcoreana no tiene futuro, salvo la unificación con Corea del Sur. Si no se abre, como lo hizo China, se autodestruirá. Y según Goldman Sachs, si Corea se reunifica, su PBI superaría al de Francia, Alemania y Japón en 40 años y su PBI per cápita lo convertiría en el segundo país más rico del mundo.
Dicen que un oficial norcoreano le dijo al entonces presidente Kim Jong-il por qué no se abrían como China. Este respondió: “Oiga, doctor, ¿me está diciendo que debo morir?”. El ex secretario de Estado norteamericano Collin Powell coincide: “Corea del Norte se derrumbará si no se abre, pero se derrumbará más rápido si lo hace”. La pregunta no es si habrá reunificación, sino cómo: mediante una guerra o mediante la caída pacífica de la DMZ