Mario Saldaña

La designación de en la cierra el círculo de una renuncia negociada entre y la presidenta

Ayer varios advertíamos que tanto el contenido del mensaje de despedida como el lenguaje corporal del ahora extitular de la PCM fueron los de una reivindicación de su papel en el Gobierno. Más aún, Otárola se dio el lujo de fustigar al canciller Javier González-Olaechea por la imprudencia de adelantar (en la práctica) su salida, de “descartar” el evidente conflicto con , de sindicar a Martín Vizcarra como el autor “del complot” auditivo en su contra, y de pechar electoral y políticamente a Antauro Humala, recogiendo un rol de protocandidato de centroderecha al que aún hoy varios voceados de ese mismo sector evaden por un tema de cálculo político.

La realidad es que Otárola ha dejado en su silla a una persona muy cercana a él; que tendrá que afrontar nuevas investigaciones fiscales por los contratos de Yaziré Pinedo con el Ministerio de Defensa (será una tarea nada sencilla para el Ministerio Público probar una cadena de decisiones que lo involucren, más allá de que el exministro del sector Jorge Chávez Cresta ha negado su participación en dicha cadena); y que la guerra con el hermano de la presidenta fue real.

La acusación a Vizcarra y el eventual “pare” a Humala cumplen, a mi juicio, un papel más de búsqueda de posicionamiento en el territorio de los presidenciables.

Entre el domingo pasado por la noche (cuando “Panorama” emitió el audio) y el martes (cuando renunció), Otárola tuvo el tiempo suficiente para construir la narrativa del complot, gracias a la propia versión de la señorita Pinedo del lunes, cuando denunció que la conversación del audio no fue del 2023, sino del 2021. Un control de daños que no alcanzó para mantenerlo en el cargo.

Posteriormente, el largo vuelo de retorno desde Toronto hasta Lima le permitió construir una salida negociada con la presidenta.

Quedan como interrogantes si el ministro Adrianzén logrará suplir eficientemente el vacío que deja Otárola en la PCM ante la presidenta; si la influencia de Nicanor Boluarte se acrecentará o disminuirá (ojalá que su alejamiento sea uno de los aprendizajes que esta crisis le deja a la mandataria); y, lo más importante, si es una oportunidad que aprovechará el Ejecutivo para lograr, al fin, un poco de consistencia en las políticas públicas.

Un objetivo que, dicho sea de paso y por las razones que sean, Otárola no logró alcanzar.

Mario Saldaña C. es Periodista