El presidente Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, cumplirá su primer año en el cargo mañana 7 de agosto. Tendrá muy poco que celebrar: el crecimiento económico se desaceleró, los precios de la gasolina se dispararon, dos partidos importantes se han retirado de la coalición gubernamental y hay un nuevo escándalo político que involucra a la familia del presidente.
Pero antes de contarles por qué después de hablar con altos funcionarios del gobierno y algunos de los principales críticos de Petro no me encuentro entre quienes hacen pronósticos apocalípticos sobre Colombia, repasemos lo ocurrido en los últimos 12 meses.
El gobierno de Petro se ha visto sacudido por varios escándalos políticos, incluido el reciente arresto de su hijo Nicolás por cargos de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito.
La fiscalía acusa al hijo del presidente de haber recibido fondos del narcotráfico durante la campaña de su padre y posiblemente usarlos en parte para comprar una mansión.
Pero incluso antes de los cargos contra el hijo de Petro, varios otros escándalos resultaron en la renuncia de 11 ministros desde que Petro asumió el cargo. Eso es todo un récord durante el primer año de gobierno de un mandatario colombiano en la historia reciente.
Dos partidos políticos tradicionales que habían apoyado a Petro en la segunda vuelta electoral, el Partido Conservador y el Partido Liberal, han retirado desde entonces su apoyo al gobierno. Eso ha impedido que Petro apruebe reformas claves en el Congreso.
La popularidad de Petro ha caído por estos escándalos, así como por una economía casi estancada. La economía colombiana, que creció un 11% en el 2022 en parte por un efecto rebote de la pandemia, crecerá solo un 1% este año, según proyecciones de marzo del Fondo Monetario Internacional. Esa sería una de las tasas de crecimiento económico más lentas de Colombia en los últimos años.
En el lado positivo, la moneda colombiana ha recuperado parte de su fortaleza en los últimos meses y la inflación está comenzando a desacelerarse, dicen funcionarios del gobierno.
“No nos pueden colocar una mala calificación en el manejo económico”, me dijo en una entrevista el ministro del Interior de Colombia, Luis Fernando Velasco. La moneda colombiana se revaluó en más de un 20% en los últimos meses, y “puede ser una de las más revaluadas, si no la más sana en todo el mundo, en los últimos meses”.
En materia de política exterior, Petro ha sido criticado por ayudar a legitimar al dictador venezolano Nicolás Maduro. Petro restableció relaciones diplomáticas con Venezuela, visitó a Maduro en la capital venezolana sin reunirse con ningún líder opositor y se ha encontrado al menos cuatro veces con el gobernante venezolano.
El 27 de julio, el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos celebró una audiencia sobre el primer aniversario de Petro, titulada “El descenso de Colombia al socialismo”.
Sin embargo, cuando le pregunté al expresidente de centroderecha Iván Duque –uno de los más duros críticos de Petro– si Colombia está en camino de convertirse en una nueva Venezuela, Duque me respondió que “todavía estamos lejos de poder decir que esa amenaza es inminente”.
Estoy de acuerdo. Hay dos razones claves por las que es poco probable que Colombia se convierta en una dictadura de izquierda como Venezuela en un futuro próximo.
Primero, las instituciones de Colombia siguen siendo fuertes. El Congreso Colombiano ha tumbado varias de las propuestas más radicales de Petro. Y el sistema de justicia sigue siendo independiente, al punto que la fiscalía ha presentado cargos contra el propio hijo de Petro.
En segundo lugar, la mayoría de los autócratas populistas de América Latina, como el difunto demagogo venezolano Hugo Chávez, acapararon poderes absolutos durante bonanzas económicas que les permitieron regalar dinero a su antojo y ganar un amplio apoyo popular. No veo una bonanza económica parecida en el futuro cercano de Colombia.
En resumen, ya antes del actual gobierno de Petro, la izquierda colombiana había demostrado en Bogotá y otros gobiernos municipales que es muy eficiente como oposición, pero muy mala para gobernar.
El actual gobierno de Petro ha demostrado que no es una excepción a la regla.
–Editado–
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