Aunque hay que reconocer que es muy difícil hacerlo, Nadine Heredia consiguió organizar dos crisis simultáneas. O, para decirlo de otra manera, una crisis dentro de otra crisis.
Su empecinamiento para hacer elegir presidenta del Congreso a Ana María Solórzano, cuya única virtud es su total obsecuencia para con la primera dama, suscitó una fuerte disputa dentro de su bancada y finalmente una nueva ruptura.
Heredia no se dio por enterada de que su estilo dictatorial y mandón ya había causado una fuerte reacción el año pasado cuando su enviada o comisaria, Malka Maya, que se imponía y gritoneaba a los congresistas humalistas para que cumplan las órdenes de su jefa, fue rechazada y expulsada del hemiciclo.
No aprendió la lección y en lugar de persuadir, convencer, negociar y ceder en algo si es necesario, siguió en lo mismo. El resultado, una crisis de proporciones en su propia agrupación, totalmente evitable si hubiera actuado con una dosis de lucidez y perspicacia.
En medio de esa crisis estalló otra, fabricada por un inepto asesor (otro aprendiz de Vladimiro Montesinos) del primer ministro René Cornejo. El problema fue que el afectado era el congresista Víctor Andrés García Belaunde, cuya bancada usualmente vota con el oficialismo.
Así, la pareja presidencial despidió a Cornejo para tratar de mantener o neutralizar a ese grupo parlamentario. Si no hubiera existido la crisis creada por Heredia, probablemente Cornejo seguiría en su puesto. No hay que olvidar que hace apenas un mes, cuando se produjo el reemplazo de tres ministros, el presidente Ollanta Humala afirmó categóricamente que no habría más cambios antes del 28 de julio.
En suma, dos crisis simultáneas que afectan al gobierno, provocadas única y exclusivamente por el gobierno.
Como es su costumbre, el presidente Humala le echó la culpa a la oposición de sus propios errores.
Seis gabinetes en tres años es un récord de fragilidad gubernamental, aun para un país poco institucionalizado como el Perú. La inestabilidad que caracteriza al gobierno de Humala y Heredia es producto no solamente de la inexperiencia política, sino de un estilo autocrático y despótico para manejar las relaciones con amigos y adversarios, que está teñido por la desconfianza absoluta que tienen en gente que no le sea totalmente leal y sumisa.
El pretexto que ha dado la pareja presidencial para la imposición de Solórzano en el Congreso es que las reformas estarían en peligro con otro presidente. Pero como bien ha apuntado Juan Carlos Tafur, no existe ninguna agenda de cambios ni de reforma que pueda peligrar.
Nadine Heredia no es una diestra y competente política como fantasean sus fans. Su tozudez y su impericia han creado muchos problemas, como el abrupto despido del entonces primer ministro César Villanueva, designado en el cargo –no hay que olvidarlo– por la pareja presidencial. Ese proceder petulante y despectivo colmó la paciencia del país y hasta del normalmente sumiso Congreso, que zarandeó al recién nombrado René Cornejo negándole la aprobación en la primera votación. Esa manera despótica de tratar a sus propios partidarios, ahora ha generado una crisis mayor con la renuncia de media docena de parlamentarios de la bancada humalista.
Así, a la cuenta de Heredia hay que cargarle la abrupta salida de los dos últimos primeros ministros y la reducción de su bancada.
Finalmente, Nadine Heredia se salió con la suya. Tiene a dos escuderas en el premierato y en la presidencia del Congreso, que acatarán sus órdenes sin dudas ni murmuraciones. Pero ha sido una victoria pírrica por los enormes costos para la pareja presidencial. Tanto porque ahora ambas funcionarias se convertirán en blancos de enconados ataques de propios y extraños, como por el precio político que pagará la pareja presidencial al quedar una vez más en evidencia el papel desmesurado, ilegal e ilegítimo que desempeña la esposa del presidente en el gobierno.
Ciertamente, al lado de Ollanta, Nadine brilla como una luminaria. No es mucho decir, teniendo en cuenta que pasaría lo mismo casi con cualquier persona.
En realidad, son una pareja de aventureros ambiciosos y audaces que engañaron a muchos y se hicieron del poder. Ahora el país paga las consecuencias, cuando se necesita liderazgo, capacidad y honestidad para remontar la desaceleración económica, la inseguridad ciudadana y la corrupción desenfrenada. No repitamos el error el 2016.