Los liderazgos de casi todas las naciones enfrentadas a la crisis sanitaria y económica por el COVID-19 atraviesan un dramático y costoso dilema, que puede hacer afortunadas o catastróficas sus gestiones.
De China a Uruguay y de Canadá a Italia, pasando por Irán y Honduras, en un variopinto mapa de países democráticos y autoritarios, el dilema consiste en hacer lo que se puede más que lo que se debe desde el poder, para salir del paso de la crisis, o atreverse a hacer gobierno, dotando al Estado de autoridad, dirección y gestión eficientes en la administración de sus servicios públicos, entre ellos el de la salud.
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Los liderazgos políticos se diferenciarán por sumergirse con sus debilidades por debajo de las crisis, arrastrando profundos fracasos, o por colocarse sobre las crisis, con audacia, determinación y creatividad, hasta alcanzar la otra orilla.
Esta es la encrucijada que vive la humanidad, a espera de que una milagrosa vacuna la libre de la extendida mortandad de cada día y que milagrosas gestiones de gobierno alivien sus necesidades de sobrevivencia y atenúen la incertidumbre económica que lo envuelve todo.
A un primer ministro de estreno en el Perú, país con un alto ránking en contagios y muertes por coronavirus y un evidente ocultamiento de cifras e información sobre el manejo sanitario nacional, habría precisamente que preguntarle con cuál de los dos lados del dilema se halla comprometido: con hacer simplemente política y ejercicio de poder, por hábil que sea su perfomance, o hacer realmente gobierno, convirtiendo su desempeño y experiencia en un pilar clave del Estado.
De este modo él mismo podría poner a prueba lo que busca: revertir el descalabro sanitario anti-COVID-19, salvar a la economía y las finanzas de sus peores índices históricos de los últimos treinta años; y alejar totalmente las próximas elecciones generales de cualquier aire continuista de un vizcarrismo sin Vizcarra o de un Vizcarra reacomodado en un calendario de “emergencia nacional” no descartado.
En efecto, Pedro Cateriano tiene la oportunidad histórica de hacer viables tales premisas siempre y cuando allane el camino rocoso y complicado en otras tres direcciones: 1) desbloquear aquellas estructuras del Estado que muestran una profunda brecha entre los elevados presupuestos que disponen y la pobrísima gestión que exhiben, condenando a la salud, a la educación y a la seguridad a su peor desastre; 2) rescatar el básico principio constitucional del gobierno unitario, para evitar que una mal entendida autonomía, como ocurre en Arequipa, tenga sumida en la anarquía a la segunda región más importante del país; y 3) cambiar el chip confrontacional de su pasada gestión como primer ministro del régimen Humala-Heredia, por el chip dialogante y concertador que no solo le permita asegurar la gobernabilidad que el país necesita de aquí a julio del 2021, sino generar confianza en un proceso electoral del que tendría que ser, junto a Vizcarra, su legítimo garante.
Nada empañaría tanto su gestión como enredarse en el desorden estatal heredado de la gestión de Vicente Zeballos en la PCM; en la ideologizada administración dejada por el ministro de Salud, Víctor Zamora; en el ocultamiento de información sobre el COVID-19 y los conflictos de interés vinculados a nombramientos del entorno presidencial; y en la tentación polarizadora de la política, de la que tiene que desmarcarse desde ahora mismo, antes que sus buenos oficios se vean manoseados.
Si Cateriano consigue hacer gobierno más que hacer puramente política, que supone, entre otras cosas, ser el gerente general de ministerios que ofrezcan resultados concretos y ser la llave maestra de la reactivación económica y de determinados consensos entre el Ejecutivo y el Legislativo, habrá logrado cruzar, como pocos liderazgos, una de las orillas de la crisis que agobia al mundo.
Veremos en poco tiempo cómo Vizcarra y Cateriano calzan las piezas del rompecabezas político peruano o terminan por hacerlas saltar del tablero. De esa armonía o desarmonía depende quién salga finalmente con mejor rédito y futuro político.