La angustiosa confianza arrancada recientemente al Congreso por el Gabinete le ha dado una vuelta de reloj al régimen.
Debe retroceder rápidamente un par de meses para corregir errores que han generado precisamente la crisis política cuya existencia pretende ahora ignorar.
El voto dirimente de la presidenta del Congreso, Ana María Solórzano, auxiliado previamente por dos ministros congresistas (Fredy Otárola y Carmen Omonte), que acabaron votando por ellos mismos, marca, en efecto, un grueso punto de quiebre en el tiempo político que vivimos.
Las actuales difíciles y tensas relaciones entre el Gobierno y el Congreso no pueden pues ser vistas a la ligera y tan alegremente por el presidente Ollanta Humala y menos aun por la primera ministra Ana Jara.
Es natural que Humala y Jara hayan mostrado su rostro de alivio por no haber visto caer al Gabinete cuando todo parecía que así iba a ser. Pero los dos años de gobierno que quedan por delante tienen que suponer, para ambos, la necesidad de imprimir un cambio de comportamiento muy importante con la oposición, por más intransigente que esta pudiera mostrarse ahora que el oficialismo no exhibe la mayoría legislativa que tenía antes.
Hay dos pisos en los que Humala y Jara tienen que hacer un control de daño urgente.
El piso de la Presidencia del Consejo de Ministros demanda desde hace mucho un mejor sostenimiento por parte del propio Humala y de la propia Jara. La batalla librada por esta a favor de la investidura reveló en ella cualidades dialogantes y negociadoras que no habíamos visto en sus predecesores. Lamentablemente sirvieron de poco o nada a la hora en que la primera dama, Nadine Heredia, irrumpió en plena crisis con una propuesta conciliadora de suspender los aportes de los independientes a las AFP. Así, el protagonismo del Congreso y de la primera ministra en busca del voto de confianza quedó de pronto subordinado a los humores de Palacio de Gobierno.
Una vez más se abre la interrogante de quién finalmente controla la PCM. ¿Jara o Heredia? Quisiéramos creer que es Jara, pero un solo tuit de Nadine Heredia, quitándole piso a Jara, como lo hizo en plena crisis y con el sensible tema de las AFP, crea más desconcierto que confianza.
El piso del Legislativo ha quedado seriamente resquebrajado. Ya no hay mayoría ni orden en la bancada de Gana Perú. Menos coherencia ni lealtades. Bancadas aliadas del régimen como las de Perú Posible y Solidaridad Nacional han perdido peso.
Las presidencias de comisiones en manos oficialistas, con una que otra excepción, no despiertan la menor posibilidad de que vayan a emprender reformas claves, tan indispensables, por ejemplo, como la eliminación del voto preferencial, el retorno a la bicameralidad y la implantación del distrito uninominal (para una mejor rendición de cuentas del Congreso a sus votantes).
La relación de fuerzas Gobierno-Legislativo ha cambiado drásticamente. Sobre el Gabinete penderá una y más veces la espada de Damocles de la última crisis. Irremediablemente, hasta julio del 2016.