El 11 de enero la fotógrafa puertorriqueña Valeria Vázquez desató polémica en las redes sociales tras publicar el proyecto “En una sociedad ‘paralela’”, en el que expone fotografías de hombres que reclaman derechos de igualdad. Evidentemente, las respuestas no se hicieron esperar.
Estas campañas son inusuales no solo porque el debate hoy está centrado en la inclusión de las minorías sexuales, sino también porque es claro que aún existe mucha violencia hacia la mujer, así como un trato desigual en el acceso a puestos de trabajo, el salario y las libertades respecto de sus formas de vida. Esta diferencia es obvia en dicho proyecto, pues los hombres reclaman solo una igualdad ‘de trato’. Es decir, exigen que las mujeres los traten con respeto en su relación de pareja.
Sin embargo, vale la pena detenernos en algunas exigencias del proyecto de Vázquez, pues reflejan cómo se están transformando las identidades de género y la inevitable redefinición de roles que acompaña a esta transformación. Expresiones como “no soy tu juguete sexual” y “no soy tu propiedad”, que inicialmente eran reclamos de las mujeres, manifiestan cómo el empoderamiento del género femenino ha revertido la situación.
Esta nueva circunstancia fue plasmada en la popular serie televisiva “Sexo en la ciudad” donde cuatro mujeres (sexualmente) muy libres tenían dificultades para construir una vida de pareja. Así, la protagonista, Carrie Bradshaw (interpretada por Sarah Jessica Parker), sentenciaría: “El amor ha muerto en Manhattan”. Tácitamente, la serie muestra una venganza de la mujer hacia el hombre y las consecuencias que ella acarrea.
¿Debemos entonces concluir que la mujer debe detener su proceso de emancipación? Por supuesto que no. ¿Debe la liberación (sexual) de la mujer volver al hombre un juguete o una propiedad? Desde luego que no. De lo que se trata es de permitir conductas igualitarias en situaciones compartidas, como lo expresa la pancarta “Tú también puedes tener iniciativa”.
El desconcierto en las relaciones de pareja hoy puede minimizarse centrándonos en la comunicación y el respeto mutuo. Así llegaríamos a lo que el sociólogo inglés Anthony Giddens llama la relación pura, que es la relación fundamentada en el vínculo emocional y que se sostiene por el trabajo conjunto de ambas partes.
Definitivamente, la modernidad y la emancipación de la mujer han deteriorado la concepción tradicional del matrimonio –fundada en el vínculo social y económico– y dado un viraje hacia lo emocional. Hoy es cada vez más frecuente que una persona se una a otra, pues se siente cómodo con ella, comparte ideales y proyectos de vida, además de la atracción física. Pero si no se trabaja la relación, la separación resulta inevitable, pues lo externo al vínculo mismo –como son el dinero o la clase social– une cada vez menos a las parejas.
¿Quiere esto decir que la caballerosidad tenga que desaparecer o que las mujeres emancipadas no quieran hombres que las traten bien y las engrían? Para nada. El buen trato y el engreimiento sinceros son fundamentales para ambas partes. Lo que debe cambiar es el esperar necesariamente algo a cambio de ello. En una relación pura las partes coexisten y crecen en condiciones de libertad e igualdad. ¿No es esto acaso el amor verdadero?