Las relaciones entre el poder político y la prensa independiente son siempre difíciles y tensas.
Si ello es así habiendo comunicación y tolerancia en democracia, imaginemos cuán peor puede resultar cuando no hay ni comunicación ni tolerancia ni democracia.
No deja de sorprendernos gratamente el reconocimiento del presidente Ollanta Humala a la línea definida e independiente de Fritz Du Bois, quien hasta hace poco ejerció la dirección de El Comercio, y cuyo fallecimiento le mereció también al mandatario expresiones elogiosas sobre sus ideas, principios y trayectoria profesional.
Cuánto bien le hace al país una actitud como esta que reivindica el respeto por las diferencias y discrepancias y las maneras respetuosas y civilizadas con que personas e instituciones debemos y podemos tratarnos en democracia.
Con su invariable línea intelectual y periodística de toda la vida, Fritz Du Bois pasó de “Perú 21” a El Comercio, no solo encontrando el más amplio respeto por ella, sino también los espacios propicios de verdad e independencia que ambos medios profesan y defienden.
Dados a escoger entre gobernar con una prensa independiente, reconociéndola y respetándola, o hacerlo con otra complaciente y adulona, los presidentes siempre se mueven con recelo y desconfianza frente a la primera y amistosos y condescendientes con la segunda.
El presidente Humala tiene sin duda que comprender que su elección responde a una delegación de poder del voto popular y que por consiguiente las prerrogativas propias de su mandato están sujetas a permanente escrutinio público. Es el caso también de todo aquello que deriva de sus facultades constitucionales, como la actuación de sus ministros de Estado.
No debiera extrañarle, por eso, que la prensa independiente requiera frecuentemente sus declaraciones sobre los asuntos más controvertidos de gobierno y Estado, y que esa misma prensa independiente contribuya a la gobernabilidad y a la sana administración del país, mediante sus investigaciones, denuncias y críticas.
Precisamente, durante la dirección de Fritz Du Bois, El Comercio puso en la agenda pública varios de los casos de corrupción, entre ellos el que hoy compromete a César Álvarez, y que obligó al presidente Humala a disponer una rápida intervención en las cuentas administrativas, económicas y financieras del gobierno regional de Áncash.
Lo que difícilmente comprende el poder político es que el arte del buen gobierno pasa precisamente por no solo gobernar en democracia y muchas veces frente a oposiciones férreas, sino también con la más amplia libertad de prensa.
Ojalá que el presidente Humala pueda mantenerse a buena distancia de funcionarios gubernamentales como su ex primer ministro Juan Jiménez, hoy embajador del Perú en la OEA, que promueven, en instancias interamericanas, acciones de regulación contra la prensa independiente, tal como ya ocurre en Argentina, Ecuador, Venezuela y Bolivia.