Andrés Oppenheimer

En momentos en que las encuestas muestran un aumento de la desesperanza en todo el mundo, la ciudad de Nueva Delhi está llevando a cabo un ambicioso plan para revertir esta tendencia: está impartiendo clases de obligatorias a diario en sus públicas.

Cada mañana, aproximadamente 800.000 de primaria que asisten a mil escuelas públicas en esta capital comienzan su día con una clase de felicidad de 40 minutos.

Las clases, que van desde el jardín de infantes hasta el octavo grado, tienen como objetivo que los niños no solo adquieran habilidades académicas en la escuela, sino que también se conviertan en personas felices, honestas y responsables.

Curioso por este experimento masivo, quizá el más grande de su tipo en el mundo, me puse en contacto con las autoridades educativas de Nueva Delhi durante una visita a la pocos días atrás. En varias entrevistas, me dijeron que el “plan de estudios de la felicidad” se lanzó en el 2018 como respuesta a la disminución general de la satisfacción de vida en la India y en el mundo entero. Según una encuesta anual de Gallup sobre la felicidad realizada en 140 países, la cantidad de personas que dicen sufrir más enojo, tristeza, dolor y estrés aumentó del 24% en el 2006 al 33% en la actualidad.

Igualmente, el Informe Mundial de la Felicidad, dado a conocer el 20 de marzo por la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible, clasificó a Finlandia, Dinamarca e Islandia como los países más felices del mundo, mientras que la India ocupa el puesto 126. Estados Unidos ocupa el puesto 15, México el 36 y Argentina el 52 entre 137 países.

La ministra de Educación de Nueva Delhi, Atishi Singh, me dijo en una entrevista que el “plan de estudios de la felicidad” consiste en ejercicios diarios de ‘mindfulness’, o atención plena, seguidos de historias y actividades diseñadas para desarrollar las habilidades socioemocionales de los niños. “Hemos usado el 90% de nuestros años escolares dando a los estudiantes información que muchos de ellos nunca van a usar”, me dijo. “Es hora de enseñarles cosas que los niños van a usar toda la vida, como, por ejemplo, trabajar en equipo, convivir con sus familias y ser más felices”.

Las clases de felicidad de Nueva Delhi, que son impartidas por aproximadamente 20.000 maestros, comienzan con una sesión de ‘mindfulness’ de tres minutos. La atención plena es la práctica de centrar toda la atención en el momento presente, lo que, según varios estudios, ayuda a mejorar la capacidad de atención y reduce el estrés.

Al comienzo de cada clase de felicidad, la maestra les pide a sus alumnos que se sienten cómodamente, con las manos apoyadas en las rodillas, cierren los ojos y se concentren en silencio en los sonidos que los rodean. Unos 20 o 30 segundos después, les pide que se concentren en su respiración. Y 20 o 30 segundos después, la maestra les pide a los niños que centren su atención en sus manos, piernas y otras partes del cuerpo. Por último, les pide que abran lentamente los ojos y se preparen mentalmente para su día escolar.

Además de la sesión de atención plena al comienzo de su clase de felicidad diaria, los estudiantes a menudo comienzan sus clases de matemáticas, ciencias y otras con sesiones similares de respiración guiada. “Los niños se pueden concentrar mejor si empiezan la clase con una sesión de atención plena”, me dijo Priya Malham, una maestra de matemáticas de sexto grado. Varios días a la semana, las clases de felicidad contienen ejercicios de gratitud en los que se pide a los niños que escriban notas de agradecimiento a conocidos o extraños, y debates en clase sobre historias diseñadas para estimular la discusión sobre resolución de problemas, trabajo en equipo, generosidad y altruismo.

Cuando le pregunté si las clases de felicidad diarias no quitan tiempo escolar a las de matemáticas y otras materias académicas, la ministra de Educación, Singh, me dijo que las pruebas escolares han mejorado desde que comenzó el “plan de estudios de felicidad”.

Sin embargo, advirtió que la mejora también puede deberse a otras reformas educativas implementadas recientemente. Hay que esperar las evaluaciones externas para medir la efectividad de las clases de felicidad de Nueva Delhi. Pero si resultan positivas, deberían ser adoptadas en todos nuestros países.


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Andrés Oppenheimer es periodista