Infodemia electoral, por Eduardo Dargent

Mientras tanto, Orlando Arapa, congresista de Acción Popular por Puno, señaló en su programa de radio que “probablemente” avionetas y drones estén esparciendo el coronavirus por el sur del país. La evidencia sería el aumento de casos de COVID-19 en algunas regiones, como Tacna, donde le han informado que se avistaron avionetas. Lo que escapa a mi comprensión es su explicación para esta maligna operación: se buscaría que la población “esté metida en este tema y no en problemas sustanciales como sería el tema de (el proyecto) Vilavilani o la salud”. Es decir, esparcir más virus para distraernos de la crisis sanitaria causada por el virus. Pero ya lo saben “el poder y el sistema en el cual vivimos puede hacer de todo”. Felizmente citará al Ministro de Defensa para aclarar el tema.

Finalmente, como para redondear la semana, un rumor recorrió las redes sociales el jueves: se venía la ley seca. Una serie de twitteros se encargaron de difundir la idea de que el Gobierno estudiaba la medida como respuesta a las fiestas clandestinas. Importó poco que no tuviera mucho sentido introducir esta medida ahora o que no se citaran fuentes oficiales. Igual creció el rumor y seguro la compra de alcohol. Recién cuando por la noche la ministra de Economía desmintió la noticia pudimos tomar una copa en paz.

Si toda esta información falsa relacionada con la pandemia le espanta, ahora imagine esta situación en tiempo pandémico-electoral. Como han demostrado diversos estudios, nuestras simpatías políticas nos hacen más vulnerables a las noticias falsas que confirman nuestras creencias. El tipo de medios que consumimos también refuerzan nuestros sesgos. Una encuesta en EE.UU. de Yahoo! News/YouGov de mayo, por ejemplo, consultaba si era cierto que Bill Gates usaría la vacuna para inyectar el bendito microchip: 44% de simpatizantes del Partido Republicano contestó que sí frente a “solo” 19% de Demócratas. Y un 50% de quienes ven Fox News creen que es cierto. Las noticias falsas sin duda volverán a impactar en los resultados de la elección de noviembre en dicho país.

En el Perú tenemos menos remedios que otros países para esta infodemia electoral. Por un lado, porque en la base del problema hay un tema educativo que permita distinguir opinión sin fundamento de hechos, y conocemos bien nuestra deuda en educación. Pero además porque nuestro espacio mediático, especialmente la televisión abierta, está muy debilitado, ha renunciado a espacios de discusión y conversación donde puedan mostrarse esas mentiras. Evitando, eso sí, discursos desde la superioridad moral y más bien con buena pedagogía y en boca de voceros empáticos.

Avanzamos hacia la elección de abril fragmentados, desconfiados y sin suficientes espacios mediáticos para contrarrestar mentiras y conspiraciones. Parte del éxito de estas noticias y teorías conspirativas pasa porque en política sí hay conspiraciones. El poder del vampiro es que nadie cree en él, se nos dice. Recuerdo cuando en 1999 unos congresistas del fujimorismo denostaban a quienes decían que el poder estaba instalado en el Servicio de Inteligencia Nacional. Poco tiempo después vimos al vampiro comprando congresistas y dándoles directivas. Pero que haya conspiraciones no significa que todo sea una conspiración. O que existan los vampiros.