Diego Macera

Muchas estadísticas económicas fluctúan constantemente. Un año el crecimiento del PBI puede ser 5% y al siguiente, negativo. Muy pocos tienen en la cabeza el último dato de inflación o de déficit fiscal. Incluso la ha tenido variaciones fuertes. En el Perú, sin embargo, hay una estadística que la mayoría de personas que sigue la coyuntura con alguna atención se sabe de memoria: la informalidad laboral afecta a aproximadamente , o el 75%, de la población trabajadora. Esto era verdad hace 15 años y, con cambios pequeños, decimos, sigue siendo verdad hoy. Por eso es fácil recordar el número. Lo curioso es que esta cifra, que todos sabemos y repetimos, podría no ser estrictamente cierta.

El dato base, que parte de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del INEI, es que, para el 2022, la tasa de informalidad laboral ascendía a 75,7%. Una nueva encuesta del mismo INEI, la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN), arroja resultados similares. De ahí los tres cuartos de informalidad laboral. El problema es que, como con cualquier encuesta, los resultados están sujetos a posibles sesgos y errores en la comprensión del formulario. En el caso de la informalidad, no sería raro que haya un porcentaje de trabajadores formales dependientes que, ante la pregunta sobre quién paga su seguro de salud (pregunta que se usa para determinar la informalidad), no tengan del todo claro que su seguro podría estar siendo pagado por su empleador. Estos trabajadores, en consecuencia, al responder de forma errada que ellos mismos o nadie paga el seguro, serían incorrectamente registrados como informales. Esta hipótesis de sobrestimación de la informalidad tiene fundamento. Información administrativa –no de encuestas, sino verificable para cada trabajador– apunta a eso. De acuerdo con estadísticas publicadas por la Sunat en base a la Planilla Electrónica, existen unos 5,5 millones de trabajadores formales dependientes en el sector público y privado, incluyendo los CAS. Por su parte, Essalud registra unos 5,3 millones de trabajadores formales dependientes (regímenes de FF.AA. y policiales y personas que ya no trabajan pero recibieron utilidades podrían explicar la diferencia entre Sunat y Essalud). A estos habría que sumarle (con cuidado de no duplicar) aquellos independientes formales –con recibo por honorarios–, que son casi 800.000 personas, y luego también un número grande de personas con negocio independiente formal. Recordemos que esta no es información de encuesta, sino que se puede identificar a cada persona y empresa contabilizada con su DNI y RUC.

Haciendo cálculos conservadores sobre estos datos y la cantidad total de trabajadores en el Perú, la tasa de informalidad laboral en el país en realidad podría ascender a un número más cercano al 65%. Es decir, una diferencia de 10 puntos porcentuales respecto de las estadísticas regulares. Lamentablemente, pese a diversos requerimientos, el Ministerio de Trabajo no ha facilitado la información necesaria para cotejar la naturaleza de las grandes diferencias entre los resultados que arrojan las encuestas del INEI y los resultados administrativos de Sunat y Essalud. Más allá de eso, se requiere un esfuerzo concertado para cruzar diferentes bases de datos (verificar que no estemos contando dos veces a una misma persona que tiene diferentes fuentes de ingreso) y llegar a un número concreto. Vale decir que la metodología de la Enaho es un estándar internacional (en general, es una buena encuesta) y que aproximar su data a la administrativa debería ser prioridad. Lo que sí sabemos a la fecha es que, en ese cuadre, llegar al famoso 75% de informalidad será muy difícil. Ojo, esta potencial corrección a la baja no pretende minimizar el problema de la informalidad. Que dos tercios de los trabajadores sean informales sigue siendo una proporción demasiado alta, sobre todo considerando el nivel de ingresos promedio del Perú. Reformas laborales, tributarias y administrativas son urgentes para devolver competitividad y fomentar la formalización.

Pero la potencial corrección sí pretende llamar la atención sobre el método de medición y ofrecer preguntas válidas. Después de todo, solo entendiendo y dimensionando correctamente el problema se pueden ofrecer soluciones efectivas, y saber si funcionaron o no. Aunque eso nos fuerce a memorizarnos una cifra de informalidad laboral diferente a la que estábamos acostumbrados.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Diego Macera es director del Instituto Peruano de Economía (IPE)