Con el trasfondo de un poderoso mural de Diego Rivera llamado “La creación”, la reconocida periodista mexicana Carmen Aristegui abría la última versión de la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación-Colpin 2023 en Ciudad de México, y lo hacía poniendo el acento en el tremendo desafío que supone para quienes ejercen el oficio de informar y comunicar saber cuál es el espacio que les toca en medio de “las dinámicas endemoniadas y vertiginosas marcadas por los algoritmos, que no terminamos de entender”.
La inquietud personal que Aristegui compartía con periodistas de toda Latinoamérica reunidos en el hermoso recinto del Antiguo Colegio de San Idelfonso constituye en buena cuenta la piedra de toque sobre una curiosa relación entre dos variables que, de manera abierta o con resistencias, están condenadas a forjarse en un prometedor resultado: el nuevo periodismo.
¿Qué es el nuevo periodismo? Algunos identifican bajo este término a las nuevas maneras de informar, crear contenidos informativos y, sobre todo, difundirlos a través de nuevas plataformas tal y como son hoy en día las redes sociales y los medios digitales disponibles. Ese nuevo periodismo es el que intentaba describir en la inauguración del último Colpin la señora Aristegui tratando de formular algunas preguntas claves de las que yo rescato sobre todo una: ¿Qué relación deberían tener periodistas y comunicadores con la nueva realidad digital?
Responder esta pregunta es el presente y el futuro de lo que hoy consumimos como hecho informativo. Una realidad en la que la aceleración, la comunicación interactiva e instantánea y un permanente derecho de réplica felizmente universalizado es lo que demanda redefinir el oficio de informar.
Por ejemplo, si en un futuro no muy lejano tendremos acceso a herramientas digitales autónomas muy personalizadas que nos informarán en el tiempo y en la forma más asequible a cada uno de nosotros por obra y gracias de la IA, ¿qué papel deberían tener los periodistas de hoy? ¿Quién está creando el contenido informativo? ¿Es el periodista o es el algoritmo el que, gracias a una enorme capacidad de procesamiento, ordena, depura y contextualiza millones de datos hasta dar con patrones y pistas que destapan verdades veladas?
Esa realidad es posible y probablemente asuste a muchos. Sin embargo, la situación, como todo reto, supone también una oportunidad que llevará consigo el replanteamiento de lo que hoy entendemos por informar.
Humildemente, creo que el nuevo rol de las personas que llevan a cabo el ejercicio de informar hoy será la de un mediador, un curador de datos y de información.
En una era en la que lo que más abunda es la información, el periodista debe asumirse cada vez más como un filtro en vez de como una fuente más de ruido. El concepto de la curaduría de contenidos es valioso porque nos permite revalorar este oficio como un servicio público donde el lector está en el centro. El periodista ya no es el del megáfono, ni el que “da voz a los sin voz”.
Más bien habría que apostar por un periodismo que ordene, jerarquice, filtre y, sobre todo, cure. ¿Dónde se aprende eso? Probablemente en la próxima edición del Colpin, en el 2024, encontremos algunas experiencias alusivas. Quedo atenta.