La última gran movida en esta historia que estamos construyendo juntos entre nosotros, las personas de a pie, y ese ‘copiloto’ de nuestras vidas que va ganando cada vez más espacio, la inteligencia artificial (IA), es la inclusión de esta tecnología en la aplicación WhatsApp.
Como van los tiempos, en breve ya no será necesario que busquemos a la IA porque ella indefectiblemente nos va a encontrar en alguna de las aplicaciones móviles o vía el navegador que usemos. O incluso en las plataformas de streaming tipo Netflix, pronto encontraremos una versión amigable de esa IA que nos habla y nos resuelve las curiosidades de la vida diaria.
Ya no cabe duda de que estamos viviendo un tiempo de disrupción porque la IA no solo tiene un impacto claro en la mejora de nuestra productividad (los cálculos de la consultora McKinsey indican que la IA podría añadir el equivalente a entre 2,3 y 4,3 billones de euros anuales en ganancias de productividad a la economía mundial), sino que también afecta a la seguridad de las naciones y a algo aún más relevante: nuestra propia dimensión humana.
Por eso, con mucho tino el APEC Ciudadano también reconoce la relevancia de la IA en nuestra dimensión social y plantea la necesidad de poner sobre la mesa temas que vayan más allá de las meras salvaguardas de control y promuevan un espacio que no solo busque democratizar la discusión sobre el impacto de la IA en nuestras vidas.
Un evento reciente realizado en Lima, que reunió a representantes de OpenAI y otros expertos en la materia, subrayó la urgencia de abordar la IA desde una perspectiva colectiva. La IA no es un concepto abstracto reservado para tecnólogos o académicos; es un disruptor que ya está moldeando la forma en la que vivimos, trabajamos y nos comunicamos. Desde las recomendaciones personalizadas en plataformas de streaming hasta la automatización de procesos laborales, la IA empieza a encontrarnos con más sencillez en cada uno de nuestros pasos digitales.
En ese sentido, y siguiendo el espíritu de las reuniones del APEC, el encuentro impulsado por la Embajada de EE.UU. en Lima y la Universidad San Martín de Porres ha servido para aglutinar a la ciudadanía presente en el online y en el offline, alrededor de los desafíos que la IA está suponiendo. Estos incluyen la ética en el uso de datos digitales, la discriminación algorítmica, la protección de la privacidad y el analfabetismo mediático. La realidad peruana, rica en diversidad cultural y social, requiere que abordemos estos temas con una mirada crítica y adaptada a nuestras particularidades. Por ello, la comprensión de los retos que otros países están enfrentando nos permite anticipar problemas y buscar soluciones adecuadas. O, en su ‘second best’, construir alianzas de colaboración.
De ahí que la construcción de una ‘liga’ regional que sirva para compartir experiencias entre los distintos organismos del ecosistema digital de Latinoamérica, que ayude a sentar la práctica de nuestra ciudadanía digital, es una resultante que se sintió ‘sotto voce’.
Tal vez no sea necesario hacer anuncios muy resonantes respecto de esta ‘liga’ cuando queda claro que la interacción sostenida entre expertos y entidades conocedoras vía WhatsApp o X es la mejor garantía de que ha surgido una comunidad de práctica virtual que empezará a dejarse sentir en los próximos tiempos.
Bien por el APEC Ciudadano, que ha dejado impronta sobre un tema crítico que aún es arcano para muchos.