Maite  Vizcarra

El triunfo electoral de Javier en las primarias del domingo sorprendió pues, básicamente, ha derrotado a las dos grandes coaliciones que desde hace más de dos décadas gobiernan , e invita a evaluar si en verdad el país del Río de la Plata ha inaugurado una nueva era –como lo grita en sus mítines este economista– o, más bien, su derrota es una respuesta a un fenómeno global que se expresa en palabras como desafectación, crisis de representación y apatía democrática.

Muchos analistas han destacado en el posicionamiento de Milei su notable solvencia comunicacional y, sobre todo, su histrionismo en redes sociales, donde se forjó inicialmente como un arrebatado ‘influencer’ premunido de una fervorosa puesta en escena en contra del ‘establishment’.

Pensando suspicazmente, uno podría pensar que su candidatura obedece a una acertada campaña de mercadeo político que lo ha posicionado como un producto apetecible para una gran cantidad de argentinos que, frustrados ante la inoperancia de los sucesivos gobiernos de las mencionadas facciones, terminan por inclinarse por la detonación de lo existente.

Por otro lado, en los últimos días hemos sido testigos de una escalada de violencia política en Ecuador que nos sobrecoge y nos interpela: ¿cómo llegó a tal descontrol la situación ahí? Si bien existen indicios de participación del narcotráfico en los magnicidios del Ecuador, esos crímenes se disfrazan de actos vengadores que también se emparentan con la destrucción del régimen imperante o, lo que es peor, de la democracia y sus instituciones.

¿Se puede aprender algo de estas experiencias que resulten de aplicación al ?, ¿es posible la aparición de discursos anarquistas en el país?, ¿los magnicidios en torno a líderes de planchas presidenciales –pues aquí también ha habido asesinatos de líderes políticos, aunque a nivel local– podrían producirse en manos de delincuentes y las economías ilegales?

Si bien estamos actualmente inversos en una medianera estabilidad –ojalá que, por una buena temporada, por el bien de todos– desconocer que la democracia y sus instituciones no le dicen nada a la gente de a pie no es una novedad y sí puede ser un escenario que incube productos políticos de todo tipo, pero, sobre todo, muy extremos.

Apoya a esta aseveración la última encuesta de Datum sobre la confianza en instituciones públicas en la que se da cuenta de la nula valoración social que existe respecto de los partidos políticos, el parlamento y la mismísima figura de la presidencia.

Entonces, si no hay confianza en los partidos políticos o, peor aún, si no se los ve como relevantes, ¿dónde se hace actividad partidaria o mejor dicho, donde se hace actividad política?

Richard Susskind en su libro “The Digital Republic”, indica que, en estos tiempos, la inexistencia de espacios formales de participación política ha sido compensados en las charlas apasionadas que se forjan en las redes sociales y particularmente en ‘X’ (antes Twitter). Agrega que las nuevas generaciones se sienten más atraídas por causas como la defensa del medio ambiente o diversidades, o el derrocamiento de los grupos de poder tradicional, que por la militancia en agrupaciones políticas. De ahí que hable de una nueva forma de democracia, formada ya no por ciudadanos, sino por activistas.

¿Eso es bueno o malo? El implica comprometerse con alguna causa. Antes eran los partidos políticos los que permitían alcanzarlas, sobre todo cuando las causas eran colectivas. Hoy hay una multiplicidad de causas y muchas atomizadas que la gente cree puede abrazar mediante lo que dice o proyecta en el ámbito digital.

Esto también permite interpretar que las nuevas democracias tienen que permitirle a la población mayores niveles de deliberación, tal como la tienen en el ámbito de las redes sociales. Los ciudadanos necesitan darle más ‘likes’ –o no– a las decisiones que los involucran y eso claramente no está pasando.

Crear más espacios formales de deliberación y co-creación de decisiones públicas es algo sobre lo que tenemos que empezar a enfocarnos más, para evitar soluciones al filo de la navaja.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia