Decir que Francisco es uno de los pontífices más políticos que ha tenido la Iglesia Católica no es exagerar. Como jesuita que es, no solo sabe manejarse entre la academia y el servicio, sino que su particular olfato le permite ser un líder religioso y, a la vez, un jefe de Estado hábil para neutralizar a sus enemigos –el Vaticano no es precisamente un oasis de paz– sin perder la compostura. Ser latinoamericano y argentino le da, además, la perspicacia necesaria para detectar cínicos y corruptos, sin dejar de denunciar la miseria y defender la justicia social.
Por esto último, los ultraconservadores más intransigentes lo tachan de socialista y comunista, términos suficientes para que un libertario como Javier Milei lo calificara como “el representante del maligno en la Tierra”.
Pero a ese “maligno”, el presidente argentino le pidió un beso y lo abrazó como quien abraza a un abuelo al que no se vio en mucho tiempo. “¿Te cortaste el pelo?”, fue la primera frase que lanzó Francisco al ver a Milei el domingo pasado, momentos antes de la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina. “Me emprolijé”, le respondió el economista.
El Papa decidió romper el hielo con un mandatario volcánico, sin filtros, que llegó a la presidencia prometiendo ajustes económicos para acabar con la inflación y terminar con la famosa “casta”. Durante la campaña electoral, Francisco también caía en ese saco, sobre todo porque para muchos era un “Papa peronista” e incluso kirchnerista, pese a que durante su paso por el Arzobispado de Buenos Aires tuvo muy malas relaciones con Néstor Kirchner.
Jorge Mario Bergoglio, ya hemos dicho, es muy sagaz. Poco después de la elección de Milei, lo llamó personalmente para felicitarlo, un gesto que ablandó de inmediato al libertario. El Papa, que conoce muy bien a sus compatriotas, sabe que su victoria fue transversal, porque lo votaron desde todos los sectores sociales y de todas las provincias. Sabe que la política, y los políticos, están desacreditados, pero también es consciente de que los ajustes económicos del presidente generarán, por ahora, más pobreza.
Milei entiende que no puede estar de espaldas al pontífice, sobre todo por los vínculos que aún mantiene con muchas organizaciones sociales en el país. Así, el presidente no ha tenido reparos en disculparse y reconocer que “el Papa es la persona más importante de toda la Argentina” y que ambos han comenzando a “construir un vínculo positivo”.
La reunión de casi una hora que tuvieron en el Vaticano –un récord para un presidente– es una muestra de que tener una línea directa les conviene a ambos. La relación verá sus frutos si Francisco pisa, finalmente, suelo argentino durante la presidencia de Milei.