Josué Gutiérrez es el defensor de Vladimir Cerrón, de Pedro Castillo, de Nicolás Maduro, de Ollanta Humala, de Nadine Heredia y ahora también lo es de Antauro Humala. Es el defensor de sus amigos y de todos aquellos con los que tiene afinidades ideológicas. Pero esa no es la naturaleza de su cargo.
Algunas bancadas del Congreso detestan tanto a la Defensoría del Pueblo que eligieron a la persona idónea para llevarla al abismo del desprestigio institucional.
El ex-Felpudini de los Humala sigue cumpliendo su rol. En una reciente entrevista con RPP, criticó la declaración de ilegalidad del partido que lleva el nombre de Antauro Humala. Asegura que las personas que se inscribieron en esa agrupación no lo han hecho por “ese señor”, sino por “su ideario, por su programa”.
En otras palabras, Gutiérrez quiere agarrarnos de tontos. Nadie se cree el cuento de que los militantes de Antauro han sido convencidos por el ideario. Estos documentos que nadie lee son hechos al paso para cumplir un requisito legal y quedan refundidos en los portales web de las instituciones. Lo que sí deben conocer bastante bien los afiliados a la organización es el discurso irracional de su líder, quien pregona expropiaciones, fusilamientos y su total desprecio por la Constitución.
En vez de elaborar informes a favor de partidos cuyos líderes promueven discursos de odio, Gutiérrez debió revisar y aplicar en su momento el artículo 14 de la Ley de Organizaciones Políticas, que señala que la Corte Suprema puede declarar la ilegalidad de un partido contrario a los principios democráticos “a pedido del fiscal de la Nación o del defensor del Pueblo”. El único que tomó acciones fue el extitular del Ministerio Público, Juan Carlos Villena, y esa denuncia propició el fallo en primera instancia que ordena la disolución del partido Antauro. Gutiérrez no movió un dedo cuando debió actuar, pero ahora salta como un resorte en defensa de los partidarios de un condenado por asesinato.