Lima será la sede de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos (JPP) del 2027. El Gobierno se ha comprometido a invertir US$369 millones en la mejora de la infraestructura existente y en la construcción de cinco nuevas torres de vivienda para los deportistas, que se sumarán a las que fueron construidas para los juegos del 2019. Por su parte, el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, anunció obras por US$1.300 millones, principalmente enfocadas en viaductos aéreos para poder “cruzar Lima por lo alto”.
Pocas veces la vida nos brinda segundas oportunidades, y la mejor forma de honrarlas es aprendiendo de nuestros aciertos y errores. El éxito de los juegos del 2019 se debió principalmente al liderazgo, la capacidad técnica y el compromiso del equipo del proyecto especial, y al singular marco de contratación en el que se pudo gestionar las obras, saltando nuestro complejo e ineficiente sistema de inversión pública. Lamentablemente, la Municipalidad Metropolitana de Lima desperdició la oportunidad al no enmarcar estas acciones en un plan de desarrollo urbano, por lo que las sedes y la villa se proyectaron sin pensar en el mejor y mayor desarrollo de su entorno. Asimismo, no se efectuaron mejoras estructurales a la red vial, ni se aceleró la reforma del transporte público, por lo que se debieron implementar corredores temporales para trasladar a los deportistas.
Un tema importante para analizar es la situación de la Villa Panamericana. Si bien un factor relevante para ganar la sede de los JPP del 2027 ha sido que los edificios estén disponibles, deberíamos preguntarnos si eso es algo positivo a destacar. A casi cinco años de los JPP del 2019, tener alrededor de 1.000 departamentos desocupados genera un alto costo de mantenimiento al Estado y la eficiencia de las políticas públicas asociadas a la provisión de viviendas de interés social.
Sobre la presentación de la propuesta peruana, llama la atención que se haya mencionado que la red de trenes eléctricos (metros) garantizará el traslado de los deportistas y turistas por la ciudad, y que, en palabras del presidente del Comité Olímpico Peruano, Renzo Manyari, tenemos un “exitoso” sistema de transporte. La realidad de nuestra ciudad es diametralmente opuesta. A más de cinco años de la creación de la Autoridad del Transporte Urbano para Lima y el Callao (ATU), la reforma del transporte ha retrocedido, la operación de los corredores complementarios corre peligro por los incumplimientos contractuales del Estado, y solo se ha implementado una línea de la red del Metropolitano. La línea 2 del metro lleva 12 años en construcción, y la estación Aeropuerto no llegará a la nueva terminal del aeropuerto internacional Jorge Chávez. En consecuencia, las calles están tomadas por chatarra rodante, combis piratas y taxis colectivos. Para que los deportistas lleguen en 40 minutos a la Villa Panamericana, como se ha anunciado, tendrán que hacer una vía elevada desde el mismo aeropuerto, porque el tiempo que hoy demanda dicho recorrido puede ser mayor a las tres horas.
Otro tema muy preocupante es el anuncio de “cruzar Lima por lo alto”. Esto pone en evidencia dos cosas, la primera es la desconexión de la Municipalidad Metropolitana de Lima con los problemas de fondo de la movilidad, que están principalmente asociados al obsoleto, peligroso e informal sistema de transporte público que padecemos. Lo segundo es el desinterés en la implementación del Plan de Desarrollo Metropolitano de Lima al 2040, en el que ya se han identificado y priorizado obras. Si bien necesitamos nuevas y mejores vías, urge la implementación de un sistema de transporte público moderno, eficiente y seguro, que reduzca la necesidad de usar vehículos particulares, como sucede en las grandes metrópolis del mundo.
Qué mejor legado de los JPP 2027 que una moderna red de metropolitanos y corredores complementarios recorriendo la ciudad, mejorando la conectividad, salud y calidad de vida de limeños y chalacos. Esto es posible, solo se necesita visión, liderazgo y respeto por la vida. Veamos quién levanta el guante.