"Aunque las ciudades de América Latina son de ingreso medio y alto, las barreras al emprendimiento son similares a las de Kenia". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Aunque las ciudades de América Latina son de ingreso medio y alto, las barreras al emprendimiento son similares a las de Kenia". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Marco Kamiya

Silicon Savannah se prestó el nombre de Silicon Valley –el eje de innovación y tecnología global de la costa oeste de Estados Unidos– y sería solo una curiosidad si no fuera porque está ubicada en África, en la capital de Kenia (Nairobi), y porque es una dinámica plaza que agrupa a unas 200 start-ups o empresas emprendedoras, con un capital estimado en US$1.000 millones.

Kenia es uno de los países más dinámicos del este de África. Con una población de casi 50 millones de habitantes, sus principales exportaciones son té, café y flores, que mayormente van al mercado europeo. Se encuentra más industrializado que sus vecinos Tanzania y Uganda, pero su manufactura representa apenas el 14% de su PBI, gracias al aporte mayoritario de las industrias de ensamblaje o la metalmecánica simple. Su renta per cápita (nominal) es de unos US$3.500 (en América Latina, el promedio es tres veces más, casi US$9.600).

Por otro lado, su planificación urbana es compleja. Nairobi está creciendo a una gran velocidad y es difícil proveer servicios básicos a todos sus habitantes. La ciudad no cuenta con un sistema integrado de transporte y la movilidad limita el funcionamiento del mercado laboral. Esto no impide, sin embargo, que Kenia sea pionera en algunas innovaciones. Tal es el caso de M-Pesa, un mecanismo de pago electrónico que provee crédito a la población informal y a los agricultores que no requieren de cuenta bancaria para realizar operaciones, o de M-Kopa que ofrece electricidad con energía solar en zonas rurales y barrios marginales.

Aunque las ciudades de América Latina son de ingreso medio y alto, las barreras al emprendimiento son similares a las de Kenia. Si se pudiera crear ecosistemas con una varita mágica, estos serían sus componentes: (i) tener una entidad que ofrezca capital inicial a los emprendedores, y que apoye a los empresarios exitosos con fondos adicionales para acelerarlos; (ii) que el país tenga facultades de ciencia básica, alimentando a los de ingeniería con investigación aplicada, proveyendo el andamiaje para la generación de prototipos de alta calidad; (iii) un mercado nacional o de exportación que permita a los emprendedores vender sus productos, obtener beneficios y seguir creciendo; y (iv) un Estado que apoye a las empresas nacientes a través de adquisiciones, y que ofrezca capacitación y programas.

En la práctica, los ecosistemas de emprendimiento casi no existen integrados en un área geográfica, sino que se caracterizan por establecer redes regionales o globales. Una lista de las ciudades más emprendedoras siempre incluye, además de Silicon Valley, a Nueva York, Tokio y Londres. Pero también están Tel Aviv en Israel, Austin y Boston en Estados Unidos, Singapur, Estocolmo en Suecia, Bangalore en la India, El Cairo en Egipto, y en América Latina, Buenos Aires, Sao Paulo y Río de Janeiro, Monterrey, Bogotá y Medellín, con Lima avanzando. Estas ciudades están logrando completar las piezas del ecosistema de innovación vinculándose al exterior para acceder a capital, cortejar a los inversionistas y lanzar sus emprendimientos.

La ciudad, que es el espacio geográfico y físico de estas start-ups, merece también atención. En un reciente libro “Venture Capital” (2019) –que se puede traducir como ‘capital emprendedor’ o ‘capital de riesgo’–, Tom Nicholas, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, describe la historia del capital de riesgo en Estados Unidos, y muestra cómo la industria tiene baja probabilidad de éxito, pero enormes ganancias, si el negocio acierta. Nicholas comenta la bonanza de la industria de la caza de ballenas durante el siglo XIX en Estados Unidos y el gran parecido que tiene con los beneficios que ofrece la industria de capital de emprendimiento actual, y llega hasta Silicon Valley, donde una combinación de empresarios, capital, mercado, innovación y gobierno existen integrados. Nicholas opina que es difícil replicar esa experiencia.

Peter Thiel, el millonario emprendedor que creó PayPal –el sistema de pagos por correo electrónico– y fundador de empresas como SpaceX y Linkedin, además de autor de “De cero a uno” (2014), dice que el diseño de emprendimientos no se puede copiar porque requiere hacer algo que nadie ha hecho antes. Sin embargo, hay un principio que se observa: para generar ecosistemas no es necesario crear un pequeño Silicon Valley –porque ese existe–, tampoco se requiere que el Estado invierta en muy costosas facultades de ciencia básica –si no hay investigadores–. La experiencia muestra que las ciudades (y emprendedores) exitosas son aquellas que se han vinculado con regiones y países donde los recursos que necesitan están disponibles. Ese es el primer paso para generar ciudades start-up.

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