La política peruana está en abandono. Los ciudadanos han decidido abandonarla. O, mejor, los peruanos con vocación política y buenas intenciones la tienen en abandono. La idea de que unas primarias puedan mejorar el sistema de representación política parte del supuesto de que legitimen a los ganadores de cara a la próxima elección regional y municipal. Pero si, como ocurrió el fin de semana, los porcentajes de participación de los militantes son tan escasos, como también lo fueron en las anteriores elecciones primarias, es que la militancia política es una ficción.
Ya no solo hemos perdido la capacidad de que los ciudadanos se involucren en política, sino que ni los militantes de los partidos se ocupan de sus partidos. Es cierto que en muchos países la desafección (una palabra que me parece insoportable) avanza sosteniblemente. Es el círculo vicioso. Llegará una nueva elección municipal y regional, se elegirán a candidatos con poca legitimidad, ya no de cara a la ciudadanía, sino a su propia militancia y volveremos a quejarnos de lo terrible de la elección en unos meses.
La política es una actividad humana que requiere disciplina, perseverancia. Si hay algunos que la tienen, por más malsanas que sean sus intenciones, por lo menos, ya cuentan con más opciones de hacerse con el poder que aquellos que no se involucran. Las casas en abandono suelen ser presas de invasiones y se devalúan. No importa quién haya sido el inquilino histórico del edificio, ni cuánto prestigio haya tenido quien habitó dentro de esas paredes. La corrosión de las tuberías y el desmoronamiento de las estructuras ocurrirá inevitablemente. Si algunos deciden morar en esas condiciones precarias lo harán, serán poseedores precarios, pero después de un tiempo de posesión del bien podrán reclamar la propiedad. Así haya sido con intereses malignos.
No importa cuál sea la modalidad de las primarias, sea que elija directamente a los candidatos, sea que elijan a delegados para que ellos elijan a los candidatos. El abandono es el mismo. La representación es una ficción. No mejorará nada si se elige directa o indirectamente, pues en el fondo el problema es que los militantes no legitiman ni lo uno ni lo otro. Ninguno de los poseedores precarios que se convertirán en propietarios se beneficia de un sistema con tan poca legitimidad. Su casa seguirá siendo un edificio en abandono. Por eso, la fachada de una universidad maquillada y falsa que ocultaba un edificio inexistente, y que paradójicamente estaba vinculada a un partido, es la mejor representación de lo que se ha convertido la actividad profesional política en nuestro país.
Somos también esa fachada bamba. No importa que el edificio no exista o esté abandonado, mientras esté maquillado y ofrezca un engaño de cara a la opinión pública basta para satisfacer a los mercaderes de la política peruana. La política peruana es esa fachada bamba.
¿Quiénes son los poseedores precarios de la política peruana? Aquellos a quienes criticamos continuamente. Tendrán todos los defectos, pero se atreven a morar.
Las elecciones regionales y municipales no son poca cosa. Repartirán una buena tajada del poder. Concentran muchísima ejecución del presupuesto público, pero, dado el abandono, no son esperanzadoras. Las últimas elecciones regionales no renovaron mucho la vida política en muchas regiones. Si la política nacional es un edificio en abandono, la política regional y municipal es la casa familiar que se desmorona. Es la política más cercana, la vecinal, que debería generar una mayor cercanía con los ciudadanos, pues atiende sus necesidades más cotidianas, se ocupa de sus servicios diarios, su transporte público, su limpieza, su recojo de basura. Nada más feo que ver tomada la casa familiar por facinerosos. Debería generar un mayor clima de debate y propuesta. Pero como viene el asunto, seguramente arrastrará la polarización de la política nacional y los debates municipales, por lo menos en la capital, se decantarán por la confrontación política entre partidarios y adversarios del Gobierno central.
Y la política en regiones volverá a estar ausente del ojo público. Seguramente a algún periodista especializado le interesará el Elmer Cáceres Llica de turno, pero salvo esas notas muy esporádicas, no hay estímulos para mejorar el debate en las regiones. El JNE organizará los debates regionales, pero es muy difícil que consiga involucrar a una sociedad en la que hasta sus militantes políticos están cansados de su política. Volverán a triunfar los poseedores precarios de la política peruana. Es un círculo vicioso. Quien tenga el antídoto quizá salve el porvenir. Por lo pronto, la casa está en abandono y habrá poca cosa que celebrar.