En una columna reciente publicada en este Diario, el politólogo Alberto Vergara ha instado a las “fuerzas políticas vivas” del Perú a la orquestación de un espacio de ecuanimidad en medio de una inercia política que cada vez más se acerca al surrealismo. Su petición estuvo dirigida directamente a los políticos en actividad y sugirió, incluso, algunos nombres específicos en aras de facilitar la consecución de su recomendación.
Sobre las posibilidades de la concertación y su influencia en la vida nacional, se mece un velo de escepticismo, al punto que algunos consideran que plataformas de esta naturaleza están condenadas al fracaso. Me refiero a plataformas que convoquen a políticos específicamente. De otro lado, algunos han pensado que un espacio de ecuanimidad ya podría ser reactivado a través del “Acuerdo Nacional”, aunque su carencia de ‘enforcement’ –auto-aplicación– podría ofrecer una devolución infructuosa.
A pesar de la poca fe existente en algunos círculos de opinión en torno de la construcción de espacios de razonabilidad y concierto, la recomendación de Vergara de una Mesa por la Cordura (MPC) me da pie para poner el foco en otros agentes de la realidad nacional que bien podrían dar el salto a la palestra y romper la cuarta pared.
La cuarta pared es un argot teatral que indica que existe una pared invisible imaginaria que está al frente del escenario, sea de un teatro, de una serie de televisión, de una película o de un videojuego. Con todo, la clase política actual ha utilizado la democracia como una cuarta pared para alejarnos: se dirigen a nosotros los ciudadanos cuando nos necesitan, cuando quieren hacernos partícipes de sus decisiones unánimes o cómplices de sus errores.
La cuarta pared está ahí, lamentablemente, puesta como una barrera. Pero hace mucho que la ciudadanía la ha quebrado –para tornarse en protagonista–, aunque de a pocos y por pedacitos.
Una evidencia de esta afirmación es que existe una clara observancia de la ciudadanía a través de medios digitales que puede activar mecanismos de rendición de cuentas, aunque no orgánicos. Todas las denuncias que se hacen vía redes sociales, sea en forma de memes, parodias u otras, muestran a unos ciudadanos atentos a lo que hacen sus mandatarios, es decir, todos los funcionarios públicos que mantenemos vía impuestos.
En ese sentido, denuncias como las que se han visto recientemente compartidas a través de Twitter que nos muestran a una parlamentaria –Tania Ramírez– en un solvente rol de ‘tiktoker’, bailando en alguna sala del Legislativo, son expresión de una suerte de democracia monitorizada en donde son los ciudadanos los que, rompiendo la cuarta pared, deciden asumir un rol de equilibrio político y tuitean.
La monitorización, entendida como el ejercicio de escrutinio público hacia las relaciones de poder, es una forma de contrapoder frente al que está institucionalizado en la clase política y sus instituciones, pudiendo ponerla en jaque.
Gracias a la digitalización, tumbarse esa otrora limitante cuarta pared es hoy cada vez más simple, y nos convierte a los ciudadanos en actores periféricos ejerciendo un constante escrutinio sobre los centros en los que se acumula el poder. Un escrutinio que se ejerce públicamente y sobre asuntos de interés y que ya es capaz de incidir de múltiples formas sobre las deliberaciones públicas: cambio en las decisiones gubernamentales, ampliación de la agenda mediática y política, dimisiones, rectificaciones, etc.
Yo creo que es tiempo de escuchar más a la ciudadanía que, desde esa cuarta pared, cuasi derruida, viene tomando la escena, aunque aún con papeles de apoyo. Si no hay fe en la MPC, que empiece a nacer el entusiasmo por esa opinión pública que mira y protagoniza con más fruición su rol demandante.