Richard Webb

La ciencia económica sigue aderezada de generosas dosis de filosofía y política, pero debemos reconocerle algún avance en la dirección de una verdadera ciencia empírica. El instrumento más efectivo para lograr ese aterrizaje ha sido la matemática, empezando por la simple medición de los aspectos básicos de la economía, en particular, el volumen de la producción –el PBI–, su distribución entre la población y el fenómeno crítico de la pobreza extrema. Haciendo retrospectiva, me doy cuenta de que, a pesar de mi limitada aptitud matemática, buena parte de mi vida profesional ha consistido en esfuerzos para contribuir al desarrollo de una ciencia que pisa tierra numérica.

Mi vida de trabajo profesional se inició en el BCR, y coincidentemente, en un momento de crisis institucional relacionada a la calidad de las estadísticas del PBI elaboradas por esa institución. Así, mi ingreso al banco coincidió con una decisión de revisar y mejorar las estimaciones del PBI que el banco realizaba anualmente desde fines de los años cuarenta, trabajo que aún no era realizado por la oficina nacional de estadística. Se trataba de una labor de importancia crítica para la formulación de las políticas monetarias y fiscales, pero, a la vez, una labor abierta a la suspicacia política surgida en un momento de cambio político y de rivalidades institucionales. Años después, esas estimaciones fueron asumidas por la Dirección Nacional de Estadística y Censos, pero antes de ese cambio institucional me tocó dirigir una primera reforma estadística del cálculo del PBI.

Una segunda etapa de mi vida profesional consistió también en una tarea estadística, pero referida no a las estadísticas de producción sino a la distribución de los ingresos creados por esa producción, entre la población nacional, labor particularmente atrevida por la falta de antecedentes estadísticos. Sin embargo, el objetivo de ese trabajo no fue calcular una cifra final que sirviera de veredicto o “nota” calificando el grado de desigualdad o de injusticia económica de la nación. El objetivo, más bien, consistió en identificar las bases estructurales –regionales y productivas– de esa distribución o reparto de ingresos, para servir de guía en el diseño de una política redistributiva. Una de las conclusiones de esos cálculos fue la necesidad de priorizar una redistribución horizontal, sobre todo desde el sector urbano al rural, cuyo efecto sería mucho mayor que el de las varias versiones de redistribución “vertical” –entre dueños y trabajadores– realizadas por el gobierno militar de los años 70. El resultado de tales cálculos llegó muy tarde para servir de guía para las políticas del gobierno militar, pero años más tarde sería la base de nuevas políticas de transferencia “horizontal” como los varios subsidios a familias rurales.

Una iniciativa estadística poco conocida surgió en 1985 con la visita de una misión técnica del Banco Mundial al Banco Central de Reserva, cuando dirigía esa institución. El Banco Mundial había decidido medir los niveles de pobreza en los países menos desarrollados, y había realizado una primera medición en Costa de Marfil. La propuesta que traía era una colaboración para realizar una segunda medición a través de una encuesta de niveles de ingreso en el Perú. La propuesta fue aceptada y se realizó así, entre los años 1985 y 1986, lo que vino a ser la primera estimación de la pobreza en el ámbito nacional en el Perú.

Años más tarde, la preocupación por la falta de conocimiento estadístico en la población en general fue motivo para una iniciativa educativa realizada con la Dra. Graciela Fernández Baca, quien había dirigido la oficina nacional de estadística, y que consistió en la publicación de una revista cuyo nombre fue “Cuánto”, con el objetivo de educar a lectores no profesionales y con escasos conocimientos de los aspectos numéricos de la vida cotidiana. Esa iniciativa se extendió, además, a la realización de encuestas sobre los niveles de vida que servirían para el cálculo de pobreza, un trabajo que aún no era realizado en forma sistemática por el INEI hasta los primeros años del nuevo milenio. Hoy en día, el INEI evalúa una expansión de las estimaciones de pobreza para incorporar los “déficit” de la población, no solo de ingreso familiar sino también de diversas necesidades tales como los servicios de agua, desagüe, escuela, luz, seguridad, y diversas necesidades personales y colectivas, información necesaria para la ampliación de tales bienes y servicios.

Poco a poco, la profesión del economista en el Perú avanza hacia un conocimiento mejor documentado sobre la situación de la vida productiva y social, mejorando la base para soluciones quizás menos filosóficas, pero más prácticas.

Richard Webb es director del Instituto del Perú de la USMP