José Carlos Requena

La sensible coyuntura que vive el país ha llevado a que desde diversos frentes se formulen soluciones. No solo políticos o académicos han presentado alguna salida. En días recientes, han entrado en la danza representantes de una de las instituciones más presentes en la historia republicana: la iglesia católica.

Alguna vocación por la extremaunción debe ser la que animó a monseñor Pedro Barreto a responder, según se ha conocido públicamente, el llamado de un congresista oficialista. No se entiende, de otra manera, su solícita y reiterada aparición en medios, fungiendo de vocero oficioso, anunciando cambios que están tomando tiempo en decantarse.

“Muy pronto el presidente anunciará los cambios que pasan por un nuevo Gabinete y un premier que no dependa ya del partido Perú Libre o de grupos del entorno del presidente Castillo. Eso está clarísimo”, dijo Barreto el jueves 14. Al día de hoy, sin embargo, la claridad que notaba Barreto parece más bien lejana.

De hecho, la sola participación de su convocante, el congresista Guillermo Bermejo, debió hacerle pensar que corría el riesgo de ser utilizado como parte de una lucha interna. No pasó mucho tiempo para que el líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón, se pronunciara. “El único cambio de rumbo que puede hacer Pedro Castillo es hacia la izquierda”, escribió algunas horas después.

Al final, Barreto ha fungido de portavoz de un gobierno con serios problemas. Al hacerlo –y sin negar la buena voluntad que podría haber tenido el monseñor–, ha terminado contribuyendo a la prolongación de una situación crecientemente caótica.

“Esta es la única oportunidad que tiene el presidente Pedro Castillo para salir adelante de esta situación tan compleja”, dijo Barreto. “Se confirmó que él tiene la voluntad decidida para eso. Una de las manifestaciones fue que al día siguiente yo pude convocar al doctor Max Hernández y al embajador Óscar Maúrtua”, agregó. Y hasta se mostró complacido de lo que, creyó, venía. “Me alegra mucho haber sido puente. Esa es mi labor, el de ser un puente de diálogo”, concluyó. Un diálogo de fe, sin duda, para recordar un espacio radial de fin de semana.

El “cambio de rumbo radical” que anunció Barreto parece muy lejano. ¿O se encuentra algún cambio en el nombramiento del exministro de Salud, censurado por el Congreso, en un puesto en el Minsa? ¿Hay acaso radicalidad en el modo en el que el Gobierno enfrenta los conflictos sociales?

Barreto también dijo que el presidente Castillo anunciaría los cambios oportunamente: “lo informará en el momento que él estime conveniente”. Pero, más allá de rumores y trascendidos, no existe alguna señal de que esto vaya a darse. Por el contrario, se persiste en anunciar Gabinetes descentralizados como una presunta solución ante la irascibilidad social.

Dijo que había sido mal asesorado: “Es muy consciente el presidente de cómo ha sido asesorado de alguna manera muy negativa”. Pero habría que recordarle al monseñor que es el presidente Castillo el que escoge a sus asesores. ¿O ya se olvidaron las denuncias de un Gabinete en la sombra que obstaculizaba el accionar de otros funcionarios estatales?

En verdad, Castillo no tiene ningún estímulo para cumplir alguna de las cosas que Barreto ha decidido creer. Con el Congreso en la práctica neutralizado, con una protesta que parece promovida por el propio Ejecutivo, con una normalización de los escándalos de malos manejos y con una prensa asediada por el Ejecutivo, Castillo tiene motivaciones terrenas para mantener las cosas como están.

Pero el monseñor Barreto es un hombre de fe. Y, como bien dice Reza Aslan: “La fe es algo que se elige” (en “Dios. Una historia humana”, 2019). Puede suponerse cuál fue la elección de Barreto.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público

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