"Acción Popular parecía un milagro. En cada elección municipal alcanzaba siempre un número apreciable de alcaldías". (Foto: GEC)
"Acción Popular parecía un milagro. En cada elección municipal alcanzaba siempre un número apreciable de alcaldías". (Foto: GEC)
/ JUAN PONCE VALENZUELA
Jaime de Althaus

En un país en el que los partidos políticos suelen ser personalistas y efímeros, siempre sorprendió que lograra sobrevivir a la muerte de su fundador, el expresidente , sin tener una ideología definida y sin haber tenido un sucesor de gran arrastre popular como fue el caso de Alan García en el Apra o incluso, en alguna medida, Lourdes Flores en el PPC que, además, sí fueron partidos dotados de dos de las tres ideologías clásicas del siglo XX, la social demócrata y la social cristiana.

Acción Popular parecía un milagro. En cada elección municipal alcanzaba siempre un número apreciable de alcaldías. La clave de su supervivencia y de su éxito relativo estuvo en la imagen de gran honestidad y altura democrática que encarnó Fernando Belaunde, y también Valentín Paniagua, que determinó que el logo de Acción Popular no estuviera contaminando de corrupción como muchos de los demás partidos, lo que le permitió atraer buenos candidatos y que los hijos y hasta nietos de los fundadores se animaran a entrar a la política.

Pero eso podría llegar a su fin. Un partido limpio ha sido lamentablemente ensuciado por su bancada congresal, que llegó al extremo de respaldar a los cinco congresistas implicados por Karelim López –señalados como ‘los niños’– como parte de una mafia en el MTC en lugar de tomar distancia y pedir que se investiguen los hechos. E incluso la bancada ratificó luego esa supuesta complicidad anunciando que no votaría a favor de la censura al exministro del referido sector, Juan Silva –quien sería pieza clave en esa mafia–, luego de un clamor de meses para que fuese retirado de ese cargo por todas las razones conocidas.

Es muy grave. Estaríamos ante una compra de votos congresales, el mismo tipo de hechos que gatilló la salida del poder de los expresidentes Alberto Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski. Por eso, esto es algo que debe investigarse con prioridad absoluta. En lo que toca a Acción Popular, la única forma en la que puede intentar recuperar su única ventaja competitiva que es la imagen de limpieza, integridad y compromiso democrático, sería separar del partido y de la bancada a estos parlamentarios mientras se los investiga y se determina su responsabilidad. Cortar por lo sano.

¿Cómo explicar el paso de “El Perú como doctrina” al “Congreso como negocios”? Existe un proceso general de alejamiento de los mejores ciudadanos, que ya no quieren ingresar a los partidos políticos. Estos se han envilecido. Juega también la nefasta reforma constitucional de la no reelección, impulsada por Martín Vizcarra, que ha llevado a que postulen personas de la tercera o cuarta fila de los partidos.

Pero, además, Acción Popular en particular –el Apra también– ha sido víctima de la injerencia del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), que ha determinado que aquel partido carezca de autoridades oficiales desde hace cuatro años, porque el JNE no reconoce a las autoridades electas y tampoco resuelve las impugnaciones. El actual secretario general, Edmundo del Águila, por ejemplo, fue elegido hace más de seis meses y no tiene reconocimiento oficial. El partido carece de órganos disciplinarios y de honor reconocidos que permitan filtrar y marginar a candidatos indebidos o separar a militantes corruptos, por ejemplo. Entonces, ha sido inundado en alguna medida por la ralea.

Los reglamentos del JNE son demasiado intervencionistas y ya sabemos que toda sobre reglamentación trae corrupción. Hay incluso versiones de cobros por parte de algunos funcionarios de esa entidad.

En general, hay dos poderes que han ocasionado mucho daño al sistema de partidos: el electoral y más aún el fiscal-judicial, vía la criminalización de los aportes de campaña, que no eran delito. Que no nos sorprenda, entonces, el nivel actual de nuestra política. Es una tarea fundamental e impostergable recuperarla a través de la discusión y aprobación de una reforma política efectiva.