Andrés Oppenheimer

La explosión de la narcoviolencia en debería ser un recordatorio para México, Colombia y otros países de que negociar la paz o treguas con las pandillas rara vez funciona.

Por el contrario, suele envalentonar a las y permitir que se conviertan en grandes ejércitos criminales.

Hay muchas causas que llevaron a la actual ola de violencia en Ecuador, pero algunas de las más importantes fueron la tregua del expresidente populista con las bandas de narcotraficantes y su decisión de expulsar del país a la base de monitoreo antidrogas de Estados Unidos en Manta en el 2009.

La actual ola de violencia que sacude a Ecuador se convirtió en una noticia mundial cuando un grupo de jóvenes armados tomó el canal de televisión TC en Guayaquil el pasado 9 de enero para tratar de transmitir un mensaje en vivo que decía que “no se metan con las mafias”.

Los atacantes, que fueron sometidos y arrestados por la policía antes de poder emitir su proclama, actuaron después de que dos jefes de las pandillas escaparon de prisión en una aparente reacción a la decisión del presidente Daniel Noboa de enviarlos a prisiones de máxima seguridad.

Desde entonces, los presos de varias cárceles en todo el país han tomado como rehenes a más de 100 guardias y empleados de prisiones.

El gobierno de Noboa ha declarado un estado de emergencia y ordenó al ejército tomar medidas enérgicas contra 22 “organizaciones terroristas” del narcotráfico que, según afirma, tienen más de 20.000 miembros.

Pero la crisis de seguridad de Ecuador se viene gestando desde hace mucho tiempo. El año pasado, Ecuador se convirtió en uno de los países más violentos de América Latina.

Las tasas de homicidios en el país son hoy ocho veces más altas que hace cinco años.

La mayoría de los expertos coincide en que la inseguridad en Ecuador ha venido aumentando desde el gobierno de Correa, quien estuvo en el poder entre el 2007 y el 2017.

Correa, un aliado de las dictaduras de Venezuela y Cuba que ahora está exiliado después de ser condenado por corrupción, hizo un acuerdo de paz con la pandilla Latin Kings y ordenó el cierre de la base estadounidense de Manta.

Dijo, en ese momento, que compraría drones extranjeros para monitorear las costas de Ecuador, pero los aviones no tripulados nunca llegaron. “Cuando Correa expulsó la base estadounidense de Manta alegando razones de soberanía nacional, no la reemplazó con nada”, me dijo el exvicepresidente ecuatoriano Otto Sonnenholzner. “Dejó totalmente al descubierto la costa del Pacífico y sus puertos”.

Además, Correa creó una política inmigratoria llamada ciudadano universal, que invitaba a gente de todo el mundo a radicarse en Ecuador sin obligación de revelar sus antecedentes penales.

“Permitir eso fue un factor clave que llevó a lo que estamos viendo hoy”, me dijo Douglas Farah, director de IBI Consultants, una empresa consultora de seguridad especializada en América Latina. Farah me indicó que la laxitud de la política migratoria de Correa atrajo a las mafias colombianas, mexicanas, albanesas, eslovenas e italianas a Ecuador.

Desde entonces, las mafias extranjeras han visto a Ecuador como un lugar ideal para el tránsito de drogas desde Colombia y el Perú, dos de los principales productores de coca del mundo. Y el hecho de que Ecuador use el dólar estadounidense como su moneda oficial hace el país aún más atractivo para el crimen organizado.

Correa, que sigue siendo una fuerza política en Ecuador, se apresuró a anunciar en las redes sociales su apoyo a las medidas de emergencia de Noboa. Pero sus críticos dicen que el expresidente solo está tratando de limpiar su imagen tras el desastre que creó.

No será fácil restablecer la ley y el orden en Ecuador. El exvicepresidente Sonnenholzner me dijo que ningún país puede librar esta batalla individualmente, porque es un problema regional que solo puede resolverse regionalmente.

Estoy de acuerdo. Pero también está claro que ningún país puede ganar esta batalla pactando con las mafias de la droga o reduciendo la presión sobre ellas.

Lo que está pasando en Ecuador ya pasó antes en Colombia y México, y volverá a pasar a menos que se combata por la fuerza a las bandas criminales.


–Glosado y editado–

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

Andrés Oppenheimer es periodista

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