Maite  Vizcarra

Las últimas controversias del Perú con países vecinos en la región como Bolivia, Chile y Argentina por las opiniones de sus respectivos mandatarios acerca de las protestas ciudadanas del último par de meses no deberían ser el único tema de interés de nuestra siempre atenta clase dirigente. Hay otro tema de agenda que nuestros tres vecinos andinos están empezando a promover con relativo éxito y que también podría influir en nuestra agenda nacional, aunque no de un modo inmediato.

¿Ha escuchado usted, amable lector, del triángulo del ? Sucede que Argentina, Bolivia y Chile concentran el 60% de los recursos de litio conocidos en todo el mundo. Estos tres países son, pues, un triángulo de riqueza y futuro no solo para sus naciones, sino también para la economía global.

El litio es un metal imprescindible para fabricar la nueva generación de baterías recargables que tanto Estados Unidos como Europa y Asia consideran ‘estratégicas’ para sus planes de transición energética hacia fuentes renovables y de electromovilidad.

Sin embargo, el triángulo de los tres países no solo se destaca por la gran cantidad de litio, sino también por la calidad de sus reservas. Contenidas en las salmueras de los salares andinos, pueden ser explotadas con costos productivos muy por debajo de los que ofrecen los yacimientos mineros convencionales.

Ahora bien, la forma en qué los países vecinos del ‘triángulo’ definan para explotar el litio debería ser del interés de nuestra clase dirigente y de la opinión pública en general, pues implica un debate que anda flotando entre nosotros: ¿cuál es el rol del Estado respecto de la explotación de recursos estratégicos? Mejor aún, ¿qué papel le toca al Estado respecto del desarrollo de actividades estratégicas como la ?

Convengamos en que la minería del litio es una que se presenta sexy y glamorosa dado que se involucra con gigantes tecnológicos como Tesla –Elon Musk– y el desarrollo de innovaciones de última generación. Por esa razón, la explotación de este mineral parece que no se enmarcará en estrategias pasadas de industrialización que nos recuerdan a viejos discursos de una izquierda proteccionista y poco competitiva.

La explotación del litio puede suponer nuevas formas de arreglo institucional que deriven en la construcción de enfoques más ponderados, menos polarizados y que se acerquen más a una suerte de tercera vía actualizada.

¿Se acuerda de la tercera vía? Mientras en un lado estaban el capitalismo, la economía de mercado y la democracia liberal y, en el otro, el comunismo, el sistema político de partido único y la economía planificada, existía un oasis de ponderación que Anthony Giddens bautizó como la tercera vía. Esta buscaba un camino diferente de la organización capitalista de la producción –con propiedad privada de los medios de producción– y de la organización comunista –con la propiedad de los medios de producción en manos del Estado–. Políticamente, la tercera vía era la expresión de gobiernos reformistas que tomaban lo mejor de ambos mundos, buscando una solución basada en consensos.

Volviendo al litio y a nuestros vecinos de la región andina, todo parece indicar que su explotación se está acercando a innovaciones institucionales que van a requerir de nuevas formas de arreglo social en las que el acercamiento entre lo público y lo privado, lo nacional y lo global, tendrán que aproximarse en una suerte de espacio compartido tipo un ecosistema.

No se trata solo de explotar recursos a través de concesiones u otros acuerdos, sino de lograr que los países que ostentan este tipo de recursos naturales globales –como es el caso, por ejemplo, de nuestra Amazonía– diseñen una economía de inteligencia colectiva, orientada a definir un rol protagónico de los que conforman el ecosistema –en este caso del litio– y en la que la capacidad de ensayar nuevas formas de producción debería facilitar un crecimiento más inclusivo.

Parecía que la tercera vía estaba en situación de hibernación, pero, más temprano que tarde, volverá a actualizarse por estos lares. Y esa es una buena noticia.

Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia

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